I
Los malditos bastardos celebraban sus glorias, los desgraciados bastardos le procuraban esa gloria a los malditos bastardos, los malditos bastardos comían de la vida de los desgraciados bastardos. Y así continúa la simbiosis entre bastardos.
II
El minusválido gritaba por las cosas que le habían arrebatado. Su teléfono, su libreta llena de hermosas poesías escritas a mano, su grabadora en la que tenía registrada cada uno de sus pensamientos, su manzana, pobre almuerzo para ese día.
El ladrón corría, corría, con todas las fuerzas que tenía en sus piernas, el hijo de puta reía con la felicidad que le otorga la vida. El minusválido le gritaba garabatos muy poco poéticos.
III
El enorme libro negro, ese colmado de mentiras, ese mismito, sí, el que tiene una cruz dorada en su portada, ese que tiene dos columnas en sus hojas, ese que fue escrito por hombres que necesitaban aprovecharse de la ignorancia del pueblo y, mediante maleficios “divinos”, mantener a la gente a raya para que se comportara de forma “decente”, sin fornicar, ni robar, ni mentir, ni robar, ni pelar al prójimo. Ese que te pide dar la otra mejilla después de ser abofeteado, ese que te pide que perdones setenta veces siete, ese que cuenta de resurrecciones, de milagros, de sanaciones milagrosas, ese que cuenta la historia del demente enajenado suicida que multiplicaba los panes y los peces, que convertía el agua en vino, ese que te dice que el fin del mundo se aproxima, así que más te vale estar “atento y portándote bien”. Ese que habla de un dios que se quedó dormido, o tal vez murió, o tal vez, sólo tal vez, nunca existió.
Los malditos bastardos celebraban sus glorias, los desgraciados bastardos le procuraban esa gloria a los malditos bastardos, los malditos bastardos comían de la vida de los desgraciados bastardos. Y así continúa la simbiosis entre bastardos.
II
El minusválido gritaba por las cosas que le habían arrebatado. Su teléfono, su libreta llena de hermosas poesías escritas a mano, su grabadora en la que tenía registrada cada uno de sus pensamientos, su manzana, pobre almuerzo para ese día.
El ladrón corría, corría, con todas las fuerzas que tenía en sus piernas, el hijo de puta reía con la felicidad que le otorga la vida. El minusválido le gritaba garabatos muy poco poéticos.
III
El enorme libro negro, ese colmado de mentiras, ese mismito, sí, el que tiene una cruz dorada en su portada, ese que tiene dos columnas en sus hojas, ese que fue escrito por hombres que necesitaban aprovecharse de la ignorancia del pueblo y, mediante maleficios “divinos”, mantener a la gente a raya para que se comportara de forma “decente”, sin fornicar, ni robar, ni mentir, ni robar, ni pelar al prójimo. Ese que te pide dar la otra mejilla después de ser abofeteado, ese que te pide que perdones setenta veces siete, ese que cuenta de resurrecciones, de milagros, de sanaciones milagrosas, ese que cuenta la historia del demente enajenado suicida que multiplicaba los panes y los peces, que convertía el agua en vino, ese que te dice que el fin del mundo se aproxima, así que más te vale estar “atento y portándote bien”. Ese que habla de un dios que se quedó dormido, o tal vez murió, o tal vez, sólo tal vez, nunca existió.
2 comentarios:
El primer microcuento lo encontré azote... no entiendo como hay gente que vanagloria a aquellos que los estafan en sus mismas caras... no cabe otro epíteto para ellos que desgraciados bastardos... gente desgraciada que sólo vive de glorias ajenas pertenecientes a los malditos bastardos... esa es la simbiosis más desagradable que puede existir en la historia de la humanidad
P-R-I-M-E-R-O... lol... XD... lolazo!!... /m/... u.u...
no entiendo a la gente que le fascina por estas tonteras en los posteos....
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