jueves, 29 de diciembre de 2011

viernes, 1 de octubre de 2010

Sueños

Un furibundo día de calor, con los brazos abiertos rozando las nubes de glorias pasadas, pensando en la belleza inmensa, sin mesura, pero a la vez agobiante del momento a solas. Quizás no sólo un momento, sino una vida entera, incluso con tiempo extra y tal vez llegando a los penales.

lunes, 5 de julio de 2010

Un candidato honesto

Queridos compatriotas, les prometo que, de una vez por todas, acabaré con la pobreza y la degradación humana que esta condición conlleva en nuestro hermoso país. Además, mi gobierno garantizará de forma efectiva, una importante disminución en la tasa de accidentes de tránsito y, junto a mis ministros y ministras, desbarataremos eficazmente la delincuencia.
- Candidato ¿cómo pretende lograr estas promesas?
- Es muy sencillo, erradicaremos la pobreza matando a todos los pobres de nuestras ciudades, reduciremos el número de accidentes de tránsito al eliminar cinturones de seguridad, airbags, barras laterales y frenos ABS, reemplazándolos con un machete bien afilado situado cerca de la garganta de cada conductor y evitaremos los asaltos con armas de fuego, vendiendo cada bala a quinientos mil pesos.
El aplauso de la multitud fue estruendoso.

jueves, 1 de julio de 2010

Amanda

Con la mirada perdida pensaba en los miles de eventos que esculpieron poco a poco lo que ella llamaba su vida. Por las noches se acompañaba de oscuros y melancólicos pensamientos culpándose y culpando a otros por su realidad actual. Sus sábanas hedían a tristezas y frustraciones, estaban friccionadas y desgastadas de tanto dolor y angustias. Ya hace tiempo que no las cambiaba ¿Para qué disfrazar su triste realidad? ¿Para qué evadir sus amarguras enfundadas en perfume de detergente y suavizante? ¿Para qué sentir limpieza si toda su vida estaba inmunda?
Las noches eran eternas y cada tic tac del segundero eran interminables sentencias de insomnio y cuestionamientos. Y así, con un amargo sabor en la boca, al fin se dormía, rendida de cansancio para nuevamente enfrentar los demonios oníricos que la acechaban incluso durante el día. Cansancio y tristeza eran el común denominador de sus despertares. Le esperaba nuevamente el trabajo rutinario, tedioso y, a pesar de las tantas personas que trabajaban junto a ella, solitario.
Siempre sola, siempre triste, con su rostro mal agestado y carente de gracia, con su fealdad a cuestas, acomplejada por el tamaño de sus senos, su trasero caído y fofo, acomplejada por la cantidad de vello facial, acomplejada por su trabajo, por su vida, por su tristeza, rumiando una escasa ración de comida en un restorán de cuarto enjuague, sintiendo deseos de estar con alguien, de hablar sobre algo, lo que fuera. O simplemente callar y contemplar un rostro empático, tan horrible, desagradable y amargado como el suyo. Pero no, sólo tiene delante de ella un plato a medio comer y frío y el constante pensamiento de que, en sus noches y sus días, todo seguirá igual.

martes, 1 de junio de 2010

HIstoria deforme

Esta puede ser la historia de un ser deformado por la teoría del rumor o como quiera que se llame. Me refiero al planteamiento que expone acerca de una historia que, a medida que pasa el tiempo y de tanto relatarla, puede perder o ganar muchos elementos, convirtiéndose en nada o en algo, pero, sin duda, nunca igual como la primera vez que fue contada. Es un ecuación extraña en la cual, mientras más ficción se adiciona, más veracidad se sustrae. La ecuación perfecta para generar un mito. A eso me refiero con “deformado”, aunque no sé... distorsionado puede ser la mejor palabra. Pero no es la palabra lo que me complica, es el concepto en sí, es la idea general la que me revuelve el estómago.
Relata esta leyenda que este ser creó a mis antepasados a su imagen y semejanza, y junto con ello, nos prodigó la vida y la energía vital para movernos, pensar, sentir, razonar, etcétera.
Hablan de él como si fuera omnipresente, omnisapiente, como si la vida dependiera de él, como si le debiera algo, como si viviera gracias a él. Pero no es así, yo vivo por mí y mis ganas de hacerlo, no digo que eso baste como para vencer la mortalidad, pero sí como para ganar vivencias, historias, mis propias historias. Ya basta de fábulas, basta de cuentos amorfos. No me interesa saber nada de él ni de su amor y sus castigos, ni de necesidad de justicia implacable o su patética misericordia. Sólo soy yo y quienes me rodean, quienes tuvieron, como premio o castigo del destino, vivir en esta, mi coyuntura de tiempo.
Ya no quiero sus historias, de verdad, siento lástima de quienes se reúnen a hablar acerca de él, siento rabia por los que se quedan en sus asientos con sus ridículas caras de estúpidos escuchando sus deformes historietas, entonando canciones para él, o celebrando su nacimiento y fallecimiento involucrando a muchas personas en estas celebraciones.
Ya llegará el momento en que levantaré mi puño al cielo y clamaré con furia ciega: “¡Hasta cuándo continuarán las historias de mi puto bisabuelo!!!!”

jueves, 27 de mayo de 2010

Malditos todos

“No era quién era, sino quién decía”. Así se escuchó, fue clarito como el agua, no era válido pedir explicaciones respecto a eso. Era imposible preguntar el significado de aquello. No soy un intelectual, tampoco un tontorrón, prefiero callar, no preguntar. Sólo asentí con mi cabeza y en mi cara se dibujó un rictus de entendimiento cabal aunque en mis adentros pensé “¿qué mierda significa eso?” Tomé mi vaso de ron con coca y cascabelearon los hielos que enfriaban mi brebaje y pensé en las notas indescriptibles que habían salido de esa combinación de líquidos, hielo y vidrio. Si estuviera el vaso con un poco más o menos de líquido, ¿sonaría igual? ¿Sería un sonido más agudo… más grave? Bueno, eso dejó de tener importancia en cuanto el individuo frotó su incipiente barba, miró al suelo, escupió una masa espesa, blanca, voluminosa, más que escupo parecía una esponja blanca y mal oliente. Sus dedos estaban notoriamente más negros en la unión de la carne con las uñas. Como un mecánico, porque su piel, aparte de negra (sobre todo en la unión de la carne con las uñas) estaba deshumanizadamente curtida. Más que piel parecía la costra de pan. La fricción de su barba recién asomada más la aspereza de la piel de sus manos fue como el rechinido de las uñas contra un pizarrón de madera. Como cuando se hace demasiada fuerza sobre un plato de loza con el tenedor o el cuchillo. Aaahhhh. ¡Qué molesto sonido! ¡Qué hedor imaginario emanaba de sus continuos y secos escupitajos! Qué ser más desagradable y asqueroso. Pero, a pesar de todo, dijo algo que se clavó en mis pensamientos “No era quién, sino quién decía” y se escuchaban unas risitas burlonas aquí y allá.
Su vaso estaba casi vacío, debió estar tibio… pienso que, como sabía que le quedaba poco, quería prolongar el placer de la bebida. Pero ¿qué placer puede otorgar un ron con coca tibio? Apoyó su antebrazo derecho sobre su muslo dejando el vaso entre sus piernas, su mano izquierda estaba dentro del bolsillo del pantalón, y a juzgar por los miles de pliegues que se hacían en su muñeca, pienso que debe haber sido una postura muy incómoda. Tenía la mirada perdida y la cabeza dando tumbos, miró hacia el cielo y volvió a decir: “No era quién, sino quién decía”, y nuevamente las risitas. Pasaron unos cuatro o cinco minutos y, con dificultad y tratando de no caer de su asiento, comenzó con la labor circense de sacar su mano del bolsillo. Era un corre que te pillo de torpes movimientos musculares de aquí para allá y de acá para allá hasta que logró liberar su inhumana y curtida mano. Terminado el acto y recobrando el equilibrio, comenzó a frotarse el bulto de la entrepierna, quizás recordando algún viejo amor, alguna noche de sexo o su actriz favorita… o simplemente recordando la última masturbación decente que se pudo dar en su vida.
Volvió a decir lo mismo: “No era quién era, sino quién decía”. Pero esta vez fue diferente, porque lloraba. Lloraba con un desconsuelo que no dejaba sacar sonido alguno. Sólo lágrimas, baba y mocos. Al fin durmió y toda luz se apagó y las risitas burlonas, se convirtieron en carcajadas.
Malditos celulares con cámara, pensé. Malditos rufianes que tengo por amigos que me graban en mis momentos de ebriedad absoluta. Maldita tecnología.

miércoles, 19 de mayo de 2010

De todas formas

Inconciente y ridículamente aplastado en el suelo quedó el imbécil tras la golpiza propinada. Fueron golpes de pies y puños, certeros mangazos en todo lo que se llama hueso del hocico. Por un momento sentí que la piedad se ausentó de la ciudad por esos escasos cuatro minutos y medio. Y la vereda... la vereda, convertida en improvisado ring, fue el lienzo de un óleo grotesco de sangre y dientes caídos. De verdad que fue así.

Uf. Qué bien merecida fleta recibió este ciudadano altanero, holgazán, filibustero, embaucador, gavilán pollero, rata inmunda, paloma asquerosa, murciélago con rabia, mojón de mierda.

Me hubiese encantado ser el autor, compositor, intérprete y director de tamaña frisca… pero carezco del cuerpo, las habilidades brutales y cavernícolas que posee mi novia.

martes, 30 de junio de 2009

Minicuentos existenciales

I
- Si te envenenan, haz todo lo posible por no morirte antes de que vuelva a la casa, no quiero que entren ladrones. Dijo el amo insensible a su perro guardián. El perro movió la cola y le miró cariñosamente sin saber o entender las terribles palabras que habían salido de la boca de su “mejor amigo”.

II
Tengo miedo de tener miedo el día que llegue mi muerte. Y es por que soy un alma brillante e inmortal encerrada en carne moribunda, embutida en comida para gusanos. No digo que quiera o no quiera morir, esa no es mi decisión, mas el parangón de la agonía es la festividad enorme de la muerte.

III
Si Dios existe, si es tan todopoderoso... ¿podrá crear una roca tan grande y tan pesada que ni el mismo pueda levantar?
.
IV
Instinto. ¿Somos cazadores o somos presa? Instinto.

lunes, 8 de junio de 2009

Recuerdos de una fiesta triste

Esa noche, y como todas las otras, la gente reía, escuchaba música; de rato en rato sonaba el timbre, el dueño de casa abría la puerta y entraba otro de nuestros amigos… sin embargo no era quien yo esperaba… Y así continúa la fiesta, todos felices, todos tranquilos, menos yo… mi teléfono también, sonó un par de veces, pero no era ella quien llamaba, eran todos o cualquiera, menos ella.
Risas, cantos, bromas y yo ajeno a todo eso… dejándome una triste barba que aún no termina de crecer del todo… esperando que mientras más larga esté, menor sea mi tristeza. Pero no es así… para nada…
Ya ha pasado un buen tiempo y aún no me llama, aún no me habla… aún no llega a la fiesta para hacer que ésta sea más feliz para mi…Todas las noches la espero, no sé si algún día volverá. No sé… pero la espero.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Minicuentos de cólera

I
Los malditos bastardos celebraban sus glorias, los desgraciados bastardos le procuraban esa gloria a los malditos bastardos, los malditos bastardos comían de la vida de los desgraciados bastardos. Y así continúa la simbiosis entre bastardos.

II
El minusválido gritaba por las cosas que le habían arrebatado. Su teléfono, su libreta llena de hermosas poesías escritas a mano, su grabadora en la que tenía registrada cada uno de sus pensamientos, su manzana, pobre almuerzo para ese día.
El ladrón corría, corría, con todas las fuerzas que tenía en sus piernas, el hijo de puta reía con la felicidad que le otorga la vida. El minusválido le gritaba garabatos muy poco poéticos.

III
El enorme libro negro, ese colmado de mentiras, ese mismito, sí, el que tiene una cruz dorada en su portada, ese que tiene dos columnas en sus hojas, ese que fue escrito por hombres que necesitaban aprovecharse de la ignorancia del pueblo y, mediante maleficios “divinos”, mantener a la gente a raya para que se comportara de forma “decente”, sin fornicar, ni robar, ni mentir, ni robar, ni pelar al prójimo. Ese que te pide dar la otra mejilla después de ser abofeteado, ese que te pide que perdones setenta veces siete, ese que cuenta de resurrecciones, de milagros, de sanaciones milagrosas, ese que cuenta la historia del demente enajenado suicida que multiplicaba los panes y los peces, que convertía el agua en vino, ese que te dice que el fin del mundo se aproxima, así que más te vale estar “atento y portándote bien”. Ese que habla de un dios que se quedó dormido, o tal vez murió, o tal vez, sólo tal vez, nunca existió.

lunes, 30 de marzo de 2009

Deseo y más deseo... (I parte... y única)


Su olor era la cosa más sensual que percibieron mis sentidos alguna vez, su piel era blanca y cabellos negros adornaban su tez. Un largo, delgado y refinado cuello hacía de puente a su cuerpo glorioso. No puedo decir que era la mujer de medidas perfectas, pero sí lo era para mí. ¡Qué mujer era ella! Miles de veces la imaginé desnuda rindiendo sus placeres a mi cuerpo y mis regocijos. Me soñaba fotografiando su cuerpo desnudo sin llegar a la vulgaridad de lo porno… sólo su piel, no su carne.
Alguna vez bajo la lluvia nos besamos y me sentí en la gloria, mis sueños escalaban una gran cima de limitaciones. Pasó el tiempo y nuestros encuentros fueron más cercanos, fueron más sexuales, juego tras juego nuestras intimidades se aproximaban… ¡Qué delicia de espera! ¡Cómo deseaba ese cuerpo y todos sus secretos!
Fue una noche de juerga llena de aromas de ron y cigarros cuando por fin pude tocar su más preciado tesoro y pude sentir la fragancia de sus placeres.
Tocaba su cuerpo y la besaba apasionadamente mientras terminábamos lo que quedaba en la botella de ron. Mi cuerpo dolía de ansias, mis ojos ardían en desespero.
Afortunadamente, y como nunca, mi casa estaba limpia y ordenada. Entramos cual estampida a la habitación que sería testigo de nuestra jornada de sexo y entrega.
La miré a los ojos con la intensidad del sol, y comencé a desnudarla, le besé el cuello y sus labios que ya no soportaban el calor del aún más cercano sexo.
- Puedes apagar la luz- me dice poniendo atajo a mi tan ansiada incursión.
- Claro, si es así como tu prefieres- le respondí a regañadientes pero aún así creyendo en una inesperada sorpresa. Torpemente se despojó de sus vestimentas, decepcionado fui al baño para ver mi aspecto, lavé mis dientes y cuando salí, la tenue luz que invadió la habitación fue motivo para que rápidamente se cubriera con las sábanas. Su reacción fue como de araña venenosa procurando las sombras. Soy hombre, por la mierda, pensé. Quiero conocer su desnudez, quiero ver la unión carnal de nuestros cuerpos. Soy hombre…
Me recosté a su lado y comencé a besarla nuevamente mientras acariciaba sus pechos alternando las caricias en su entrepierna, con mis labios fui bajando poco a poco y al llegar a sus senos una rápida mano frenó esta acción, ya no sabía qué mierda pensar, hice como si nada hubiese ocurrido y continué besando su vientre que se contraía y expandía de deseo. Ya bajando del ombligo, sus piernas me cerraron el camino que llegaba hasta el destino con el cual soñé tantas veces.
- ¿Puedo encender la luz para verte?- le pregunté con decisión.
- ¿Para qué?
- Porque he deseado verte desnuda desde que te conocí.
- No, déjala apagada, por favor.
- ¿Sabes?
- Dime…
- Tu excesivo pudor se subordina a mis instintos voyeristas.
- ¿Qué quieres decir?
- Nada, no quise decir nada- le dije aún más decepcionado. Olvídalo.
- No, dime… no me dejes con la duda.
- No importa, repentinamente me bajó un sueño atroz. Dejemos esto para otra ocasión.
- ¿Me vas a dejar con las ganas?
- Sí, así parece... buenas noches.
- Anda a dejarme a mi casa.
- Pide un taxi.
- Maricón de mierda, impotente, de seguro ya ni se te para.
- Buenas noches.
Un silencio de cementerio invadió la alcoba y por más de diez minutos sólo se escuchaban los vehículos que pasaban por fuera. De pronto una mano traviesa se adueñó de mis partes íntimas y comenzó a jugar lascivamente con ellas. ¡Qué exquisito, qué delicia! Placer y más placer… deseo al por mayor.
Lamentablemente ya no habría nuevas posibilidades con la musa de mis deseos... lamentablemente la mano traviesa no era de ella, era la mía. Para variar.

martes, 23 de diciembre de 2008

De sueños y pensamientos

Tengo rabia… estoy emputecido. Pero no lo disfruto… Raro… bien raro. Parece que mientras más años tengo, el animalucho que llevo dentro se torna más calmo. Esa fiera que atacaba hasta la muerte a su oponente y luego se alimenta de su cadáver está dormida o recién despertando, serena. Raro… Mis extremidades se doblan de debilidad al pensarlo.
No es que antes haya sido un brutal asesino. No, para nada, creo que era más bien un suicida amante de la auto-destrucción, pero ahora no lo soy. ¿Habré madurado? ¿Es posible madurar? ¿O es sólo la excusa pusilánime que nos damos para justificar nuestra conducta mediocre carente de pasión?
No soy yo y a la vez si lo soy. Sólo que el animal está amarrado del cuello con una cadena muy corta. Y para colmo con un bozal. No puedo gruñir, aullar, ladrar… ni siquiera maullar. Mal. Pero soy yo. Yo.
Mis puños bajaron la guardia, mis pies no se despegan del piso para dañar o defenderse. Sólo para dar pasitos hasta llegar al auto, que me lleva al trabajo, salir a fumar miles de veces en un día, caminar nuevamente al auto para dejar mi ablandado cuerpo nuevamente en mi casa y tomarme un puto descanso. ¡Cómo si necesitara descansar! ¡Si no estoy cansado, por la puta madre! Sólo estoy siendo mamón. Llorón pensante. Artesano de las debilidades. Amante del odio a los eufemismos románticos y literarios aunque los utilice como modo de parecer inteligente. ¿Pero quién es inteligente al usar palabras y frases que disfrazan realidades convirtiéndolas en situaciones llevaderas y escasas de conflicto? No lo sé, pero tengo rabia. Contenida como nunca dentro de mis venas, recorriendo mi cuerpo sin poder salir de él. De verdad quisiera cortar mi piel y sangrar para liberar presión. Sangre convertida en vapor, un vapor rojo que pinte las paredes como un asqueroso graffiti de gañán en una esquina marginal. Pintura sin forma, sólo por rayar o manchar de ardor las paredes de mis necesidades y realidades que sofocan mi salida hacia una vida alterna, no sé si más furiosa, no sé si más pacífica. No sé si más vida o más muerte o más conciencia o menos inconciencia. No sé cómo le llamas tú a eso, ni sé como yo le llamo.
No lo sé… son vagos pensamientos de una mente vaga y floja, lánguida de tantos coitos, abusos y violaciones mentales. Sabremos, sí, sabremos cuando la muerte nos visite. Cuando la muerte nos abrigue con su frío y rígido abrazo. Entonces lameré los huesos de sus costillas y le diré: “Maldita muerte, ¿Por qué no me visitaste antes? ¿Por qué me dejaste esperando tantos años para oler tu putrefacto aroma?
Lloraré sobre ella, pero no por tristeza, sino por felicidad, por el despertar de este sueño que ha durado más de cuatro décadas. La abrazaré, la besaré, meteré mis manos entre sus piernas, me desnudaré y la penetraré. Al fin y al cabo ella es la mujer que más he deseado.

lunes, 13 de octubre de 2008

Ramiro

Se había pasado la noche en vela abrazando el vacío que dejó la única mujer que amó de verdad en toda su desgraciada vida. Ese lunes se levantó temprano a trabajar… no había mucho ánimo. ¿Cómo iba a tener intenciones si quiera de levantarse si su único aliciente para ser una mejor persona lo había abandonado por otro hombre? Ok, el otro tenía una mejor situación económica, un trabajo estable y bien remunerado, casa propia, auto y todas las comodidades que él no le podía ofrecer. "Yo sólo soy un auxiliar en la oficina", trataba de consolarse. Así el romanticismo se convertía en pragmatismo y sólo de esta forma se podía explicar esta tragedia de forma menos dolorosa, de forma lógica.
Esa mañana hacía muchísimo frío. Se puso una toalla en la cintura, unas zapatillas viejas y tomó un par de calzoncillos limpios y nuevamente miró hacia su cama. La amargura se apuró en envenenarlo una vez más porque aún parece estar marcada en las sábanas la silueta de la mujer que lo abandonó hace un tiempo atrás. No pudo soportar la tristeza matutina y se sentó sobre su cama, apoyó sus codos sobre las rodillas, puso sus manos alrededor de su cara como tratando de arrancarse la piel y lloró inconsolablemente por varios minutos, lloró por su presencia invisible, lloró por su voz muda y lloró porque su aroma se había perdido para siempre. Definitivamente aún no puede superar ese abandono.
Se dirigió apesadumbrado al baño mientras sus lágrimas brotaban con descontrol para dar contra el suelo, abrió el agua de la ducha y esperó que el agua se calentara, metió su delgado y triste cuerpo a la tina y esperó estérilmente que el agua se llevara su desdicha. Echó champú en su cabello y lo frotó suavemente, muy suavemente, ya hace un tiempo que la alopecia se había apoderado de su cabeza y más de medio centenar de cabellos quedaban en sus manos cada vez que se daba un baño.
Los eventos normales se transforman en crueldades del destino cuando el pesimismo posee a un ser humano. No pasaron más de cinco minutos y se cortó el gas. Ramiro no podía creer que le ocurriera. Su frágil cuerpo se quebrantaba y las gélidas gotas de agua parecían agujas enterrándose en su piel. Salió de la tina en cuanto hubo sacado toda la espuma de su cuerpo. Se recriminó por no haber pagado la cuenta, pero ¿quién puede estar preocupado de los gastos cuando el alma está sangrando?
Había pasado casi todo el fin de semana acostado, casi sin comer, solo, triste, queriendo morir, pidiéndole a su dios que lo llevara a su reino de forma indolora e inconciente. Pero su dios no era tan benevolente y quería que sufriera. Miró su rostro en el espejo y una oscura e incipiente barba demacraba su rostro. No puedo presentarme a trabajar así, pensó. Y en realidad tenía razón. Su jefe era un ser despreciable, un desalmado. Cada vez que lo veía lo humillaba, le gritaba en frente de todos. No le importaba que Ramiro estuviese pasando por una depresión, es más, prefería despedirlo antes que soportar verle la cara otro día más. Tenía que afeitarse si no quería estar peor. Su mala estrella continuaba; se dio cuenta que el tubo de su crema de afeitar tenía sólo aire y las hojas de su máquina de afeitar tenían menos filo que una cuchara. Aún así lo intentó, pero no hubo caso. Agua fría, sin espuma y hojas sin filo… mala mezcla.
La tristeza comenzó a convertirse en furia y mirando su reflejo mal afeitado golpeó con su mano el espejo y una mancha de sangre quedó grabada en el espejo. Miró su mano y varias astillas de vidrio estaban incrustadas en su carne. Al levantar su mirada vio que su rostro no tenía facciones, sólo era un óvalo de piel sin ojos, nariz ni boca. La impresión lo empujó hacia atrás y cayó tocando su rostro, pero todo se sentía normal. Cuando quiso mirarse nuevamente en el espejo vio como cientos de insectos y alimañas salían de la rotura del cristal. Corrió desnudo preso de la locura, las paredes de su casa se torcían como queriendo atraparlo, entró a su habitación y todo estaba en extraña calma, tomó su cinturón, un pantalón y salió de su pieza… lento… temeroso... y nada… todo calmo, todo normal.
Ramiro… Ramiro… Ramiro…, se esuchó en toda la casa, no era voz de hombre ni de mujer. Las puertas se abrieron con fuerza una y otra vez, las sombras se convirtieron en siluetas y comenzaron a acercarse al perturbado hombre.
Ramiro tomó su cinturón, lo colgó del marco de la puerta de su habitación y lo amarró firmemente a su cuello con la intención de terminar con su vida. Cuando maldecía a su insensible dios, sintió dos mordeduras en su mal afeitado rostro, la lógica lo abandonó por completo cuando se percató que su cinturón se había convertido en una venenosa cobra. Trató de sacudírsela del cuello pero no pudo y la serpiente desencajó sus mandíbulas para engullirle la cabeza. Ramiro corría por su hogar desnudo, esquivando las sombras que lo acechaban y tropezándose con todo. La desesperación y la demencia le hicieron perder todo indicio de pudor y corrió desnudo hacia la calle, pero ya no había calle, sólo un negro mar furioso tratando de tragárselo. Una ola sobre otra tratando de sofocar la vida del hombre, una ola tras otra tratando de arrebatarle el alma… Desesperación… dolor… miedo… agonía… maldito dios, ¿por qué ríes de mi desgracia?… maldita vida…

Ramiro despertó y se incorporó rápidamente. Aún la adrenalina corría por su cuerpo. Comenzó a ladrar furiosamente, ladraba a las sombras, al viento, incluso hasta a su cola.
Está bien, Ramiro es un perro, pero aún así a ningún perro le gusta soñar que es humano, a ninguno le gusta tener pesadillas. Ni a nosotros. ¿Cierto?

martes, 30 de septiembre de 2008

Pantalón a media raja


Está bien. Lo reconozco, mi ausencia ha sido provocada por el mal necesario de cada sociedad: El trabajo. No. No soy un flojo. Me gusta trabajar, pero cuando ya no tengo tiempo para dedicarle a otras cosas me siento frustrado. Puede que las otrora malditas jornadas de insomnio me daban cabida enorme a desarrollar algún tema de forma abstracta, pensar harto, fumar mucho. Pero ahora parece que sólo fumo, porque casi no pienso, o eso es lo que creo. Puede ser que piense que no he pensado, pero al hacer eso ya estoy pensando. Ridículo. Puede que piense que esto no tiene relación en lo uno con lo otro, pero sigo pensando. Lo que no hago es pensar en forma libre y creativa.
Banalidades, banalidades y más banalidades. Necesito esto, lo compro. No tengo que pensar mucho. Tengo la plata y lo hago. Trabajar y trabajar. Tampoco hay que pensar mucho, a parte de querer terminar luego la pega y que quede bien, pero eso no es pensar, eso es instinto… no sé si tan instinto. No creo que el perro piense que debe comer su última comida de la noche. Cazar a un gato o un ratón, un pájaro que pilló volando bajo. El perro come solamente, no sabe si es la última de la noche o la primera de la mañana, tampoco se acuerda si hace veinte minutos se zampó una olla repleta de comida, sólo come, asegura su vida y su existencia sin medir contemplaciones estúpidas. No sé… quiero justificar que no pienso y que sólo actúo, pero aún así pienso, por eso repudio mis bajones. Por lo menos eso creo. La respuesta es que antes veía todo. Observaba mi entorno. Ahora sólo paso rápido. Me sobrepasan las presiones. Tener que ser creativo cuando la única imagen que tengo en la mente es un montón de mierda con un par de moscas parándose en él o sobrevolándolo. ¡Qué asco! En realidad es mentira. Sólo tengo un gran blanco. Pesado, uniforme y contundente y que no me está dejando hacer lo quiero. ¿O no lo quiero? Sí, sí lo quiero. Pero no me lo puedo. O sea, me lo puedo, pero me está costando sangre y neuronas.
Debe ser que odio presionarme a hacer las cosas bien, y en este caso no hay diferencias. Incluso me huele hasta a vanidad mediocre y pestilente.

No. No quiero eso. Ni con mucho talento la vanidad se convierte en una virtud.

Pensamientos, pensamientos…

Hablando de pensamientos, hace unos días atrás conocí a un tipo muy simpático, agradable. Comenzamos a hablar acerca de nuestros trabajos, de la vida, de esto y lo otro, pero a medida que la botella de ron desaparecía para mezclarse con coca cola e ir a parar directamente a nuestra sangre, la conversación pasó a temas más peliagudos. Religión y política. Por la puta… siempre caigo en la misma estupidez.
El hombre era muy creyente y yo un abierto enemigo del libro negro con una cruz en la portada y de todos sus profetas. No es que no crea en algún dios, le dije, sólo que no creo en el tuyo ni en el de los musulmanes, ni en el de los chinos, judíos y miles de etcéteras más.
Me habló de la fe y la conveniente definición de esa corta palabra. Es re papa… la creencia de lo que no se ve ni se palpa… o algo así. Blah, blah. Te piden lo imposible.
Nada más complicado que creer en un ser todopoderoso que piensa que no somos buenos pero tenemos que serlo, todo esto reducido en diez mandamientos que fueron escritos en piedra en un monte donde no había nadie más que una persona ¿Por qué no delante de todo el pueblo? ¿Por qué en secreto?
El arca del pacto nunca fue encontrada, tampoco el barco de Noé, la explicación… dios la escondió de nosotros. La lista es innumerable; Torre de Babel. Diluvios, Sodoma y Gomorra, Jesús, la virgen… uuuff… ¿Cuál es el común denominador? No existe vestigio ni prueba alguna de ninguno de estos eventos. Nuestra obligación es creer, si no, eres agnóstico, ateo o escéptico y te encasillan. Ahí es donde entra la fe, en creer lo que te dicen de forma irracional
Ya que te quieran vender un seguro es complicado… te venden algo intangible, estás pagando por algo que no puedes ver ni palpar ni usar hasta que pase algo. No es como un computador o un auto o una casa, cosas que sí puedo usar, ver y tocar. Así mismo es mi tema con la vida eterna y esas mentiras que se dicen para poder dormir tranquilos y pensar inocentemente en que el obrar bien te traerá una dádiva. Es por eso mismo que me considero mejor que los religiosos, porque actúo de buena forma. No robo, ni mato, no cometo adulterio, etcétera, porque lo hago con compromiso, sin que haya un regalo de por medio. Sólo porque es mi deber para con la humanidad y la simbiosis que pregono.
De diez “herejes” que agonizan deben ser ocho o nueve los que reconocen los dogmas de la fe y se arrepienten de su pensamiento en sus últimas horas, y no es un arrepentimiento de corazón, sino que es un acto de atrición. La reacción normal de una persona que se retracta de sus "pecados" sólo porque tiene una pistola apuntando directamente a su cabeza
Su respuesta a todos mis pensamientos fue de lo más increíble. Me dijo: Sabes… hay un médico famoso… no recuerdo su nombre, pero es cirujano y neurólogo… famosísimo… un hombre de ciencias, un hombre de poca fe y muchos datos y en una conferencia dijo lo siguiente: "Antes yo era agnóstico, ahora soy creyente en dios, porque he operado muchos cerebros, donde está el conocimiento de la humanidad, y saben… no vi ningún pensamiento, pero están ahí…"
………
………………
………………………
………………………………
Hoy camino a mi trabajo vi a un tipo que estaba arreglando la reja de su casa o algo por el estilo. Estaba agachado tipo pollitos pastando. O sea, piernas semiabiertas pero perpendiculares al suelo. Típico blullín talla 52, y no era poquemón. El pantalón a media raja, incluso creo, sin exagerar, que era a tres cuartos de raja, por poco me saludaba su ojete. Poto rojo y peludo, la rajadura blanca y sudada, pantalones sucios. Puedo concluir que hay imágenes que quedan para toda la vida, pero, que de seguro, ésta la quiero olvidar.
Me puse a pensar en los estereotipos odiosos y me pregunté lo siguiente: ¿Los obreros de la construcción, carpinteros, maestros chasquillas, mecánicos, etcétera, no podrán hacer bien su trabajo sin la raja al aire? ¿Perjudicará el trabajo de algún exigente asesor de imagen ? ¿Un acto de rebeldía silente con respecto a sus salarios y/o beneficios sociales? ¿Será una normativa de su sindicato?
Salud, compadre, buena onda –le dije.
Preferí terminar la conversación así.

martes, 2 de septiembre de 2008

Para antes de dormir (no es cadena, a mí me resultó)



La Santa Iglesia me dijo:
Vete y no peques más.
El pobre de Dios es hijo
Vive con humildad.

¿Para qué el dinero fatuo.
Si de amor has de vivir?
Para qué gastar en cosas
Si todos vamos a morir.

Honra a tu padre y a tu madre.
No mentirás, no matarás.
Aléjate, necio, del pecado.
Si el fuego eterno quieres eludir.

El mundo y su riqueza.
Vergüenza universal
Cómo tanta opulencia
Sin atisbo de equidad.

Continente de carencias
Tiene hambre y tiene sed
Las barrigas inflamadas
Su destino es perecer.

Cuánto pecado cometiste
En nombre del Señor.
Cuántas muertes provocaste
Para conseguir la redención

Cómo no te da vergüenza
Cubrir tu cuerpo de sedas
Y con tu oro como adorno
Adornar vuestra opulencia

De mi alma perturbada
Una lágrima afloró
De ver tanta indolencia
Mi respuesta siempre es esta:

Iglesia de mierda
Puedes irte a la cresta
Puta que me has hueveado
Ya me tienes las bolas llenas.

Cura Tato, cura Ramón
Háganme un mamón
Dejen a los niños
Apliquen su candado chino.

Si esto es pecado
Y no puedo ir al cielo
Prefiero irme al infierno
Que tapar nalgas y rabo.

Por último iglesia hereje
Date cuenta y reacciona
A quienes no somos tontos
Agárranos la goma.
.
Para ti esta oración
Esta ofrenda del dedo del medio
Me arrepiento de haberte conocido
Te rezo un Pato Yáñez
.
Este es un sentido homenaje a Delfín, La Tigresa del Oriente, Flor del Huaraz, Gringo Carl (poto con pecas) y a todos quienes no tenemos idea de lo que es una rima, métrica o ritmo