lunes, 29 de octubre de 2007

Lo peor de los 80's


Me acuerdo muy bien de los 80’s. Recuerdo los Muppets, Magnetoscopio Musical, Cocinando con Mónica, Un minuto en la moda, los Peta Zetas, las RC Colas, los dulces de a peso, las guagüitas, los camotes, los Mordiscos, Los helados que inventaba Savory con cada película que salía como el Láser, Drácula y Superman; Condorito y Coné de Bresler, Vamos a Ver con Raúl Matas, Remi, Fuerza G, El Festival de la Una, Luis Miguel y su bufanda blanca, Eddie Murphy interpretando a Axel Foley en Un Detective suelto en Hollywood, Marty MacFly, Chayanne, Juan Antonio Labra, el rock latino y todos sus “enlacados, permanentados y platinados” exponentes, otros como Cyndi Lauper, Rick Astley, George Michael, Madonna, Michael Jackson, uuufff… la lista es interminable.
Por favor que levanten la mano las personas que tengan más de 30 años y que no se sientan avergonzados cuando ven un video familiar donde salen con jopos, chasquillas paraguas, tenidas amasadas, pantalones aflautados o nevados, mocasines y calcetines blancos. Quién me puede decir que cuando ve un video suyo de los 80’s y principios de los 90’s no se caga de vergüenza. Hay minas que aún no se explican cómo pudieron hacerse esas chasquillas o esas permanentes. Los 80’s. Toda una catástrofe de la moda. En ese entonces yo era chico y mis padres poco permisivos, así que podría decir que me salvé.
Lamentablemente no sólo la moda fue lo peor de esa década y por desgracia, de eso no me pude salvar.

Un grupo de talentosos y adinerados jóvenes salió del país para estudiar en EE.UU. Emprendieron el viaje con la preocupación latente que el modelo económico imperante en Chile en los 70’s, bajo el gobierno del Presidente Allende, no era de los mejores y debía ser sustituido. Así, fueron en búsqueda de las teorías impuestas por economistas de la Escuela de Chicago, como Milton Friedman. La idea era traer grandiosas ideas para mejorar nuestra política económica.

Aún escucho el eco de algunas palabras. Palabras de inicios de los 80’s: La gran recesión mundial, economía social de mercado, concepto muy escuchado durante la Guerra Fría y en las rutinas del Coco Legrand, los Chicago Boys, las AFP, las Isapres, sistema económico Neoliberal.
De nuestras mentes de niños surgían inocentes bromas. Por ejemplo, cuando un niño tenía sus pantalones o zapatillas rotas (si es que tenía zapatillas) le decíamos: “Este, este… al este lo pilló la recesión” (en ese tiempo todos alguna vez nos llamamos “este”. “Este” era un pronombre demostrativo que se utilizaba cual comodín reemplazando cualquier nombre, incluso el de las niñas por el de “esta”. Repudiado por los profesores, padres y apoderados. Muy famoso en esa década). O cuando otro pendejo decía: “jelou” o “de doar” simulando un inglés mal articulado. La respuesta inmediata era: “Salta pal lao, Chicago boy”. Estupideces de esa categoría. También recuerdo los “réclames amigables” para cambiarse “voluntariamente” del conveniente INP hacia las nuevas y beneficiosas AFP, producto estrella traído a Chile por Büchi y asociados. (Réclame es lo que se conoce ahora como pausa publicitaria, spot publicitario, pauta publicitaria o comerciales)
Recuerdo la presión ejercida hacia mi madre. Esa “cordial” invitación a cambiarse de un sistema a otro estaba asignada a todos los jefes. Ellos debían decirle a sus empleados: “Tiene que afiliarse a alguna AFP o ........” Ese "o" ahora se responde con "o qué". En ese tiempo se utilizaba prolíficamente cual estrategia de Gestapo, muy apropiada en esa coyuntura de nuestra historia.

Los escudos pasaron a ser pesos. El dólar, que estaba congelado en los 39 pesos y que beneficiaba las inversiones para crear negocios, se elevó de forma desvergonzada. Su aumento, propiciado por estos genios, llevaron a muchas empresas a quebrar. Muchos optaron por los beneficios que entregaba el maldito Pinochet y su gabinete. Otros prefirieron poner un revolver en su sien, apretar el gatillo y terminar con sus problemas.
Sin ir más lejos mi viejo compró un bus en dólares. Los peos le salían cuadrados cuando tuvo que enfrentar el aumento de la moneda americana.

Esto es del demonio. Así de simple. Este modelo económico pudo haber sido bueno, pero tiene defectos que hacen que su simiente se derribe y queden sólo los escombros vergonzosos de un robo de cuello y corbata.
Es un sistema totalitario impuesto por los gringos. Se supone que este modelo debía ser pro-mercado, pero terminó siendo pro-empresa, beneficiando siempre al más adinerado.
Este bendito modelo promueve los intereses de las patronales y considera contraproducente la intervención del estado en materia social o económica. Aduce que el mejor garante del equilibrio y crecimiento económico es el libre mercado capitalista.
Es demasiado beneficioso para los más ricos.

Leí por ahí que la fortuna sumada de las 10 personas más ricas del mundo equivale una vez y media a los ingresos de todos los países menos desarrollados juntos. Y es una lata que a estos pilluelos no les sea contradictorio con el modelo que el 4% de los ingresos de 360 personas -que acumula tanta riqueza como la mitad de la población mundial- sea suficiente para resolver los problemas de todos los pobres; ni que la fortuna de tres de esas personas sea igual al PBI de los 48 países más pobres del planeta.

Todo gracias a ese dichoso modelo. Ahora me explico la incesante cruzada en contra del comunismo y el socialismo que mantienen las naciones que se alían en favor del egoísmo.
El Neoliberalismo le conviene a una pequeña tribu de este país, una tribu que deja ingresar a pocos y excluye a muchos. Y la tribu, aunque en cantidad es exigua, tiene un poder inimaginable por sobre las masas. Pero no es un poder intelectual, ni cultural, ni siquiera una esbozo de liderazgo. Sólo es el poder que subyuga a la gente mediante la presión económica y fija monopolios en el mercado.

Pero como dice mi buen amigo Cristian: Todas las Jaws, incluso las más terribles, tiene otras Jaws encima. (Jaws: Fauces, mandíbulas. Término gringo que se utiliza en mi trabajo para referirse a los líderes que basan su “poder” en la prepotencia, la amedrentación y el desprecio hacia los seres humanos)
Y así, como en un país se refleja ese fenómeno, lo podemos ver a nivel mundial.
¿Por qué los gringos son los generales en esta lucha por teñir el mundo del mismo color? Porque les conviene. Ellos son los ricos del planeta, y Chile sólo es clase media-baja y eso hace que nuestro país sea un simple monigote de los gringos para hacerse aún más ricos.
Es sólo por el inmundo dinero que salen con sus tanques, aviones e infantería. Es por dinero que mandan a "sus" hombres al sacrificio para convencer al mundo mediante la fuerza. Es por eso que atacaron Viet-Nam. En esa nefasta guerra murieron más de 1 millón de vietnamitas -entre civiles y militares- a diferencia de los del águila calva, que tuvieron cerca de 56 mil bajas.
Fue por control que lucharon por desmantelar la Unión Soviética. Y no fue una lucha atruísta, a un egoísta no le gusta compartir. Es por recursos que todavía le dan batalla mediática a Fidel. Alguna vez tuvieron Cuba y ahora la quieren de regreso.
Fue el dinero y la intervención extranjera que motivó el golpe militar en nuestro país. Qué lamentable que la cicatriz indeleble que marcó a esta sociedad se haya originado por un fin tan bajo.

El dinero cambia de forma y nombre, los gringos tienen una maravillosa virtud de distorsionar los conceptos semánticos a nivel mundial. Por ejemplo el dinero es igual a petróleo, al petróleo le llaman armas de destrucción masiva, Saddam, talibanes o guerrillas. Al control mundial le dicen armonía.

Chicago Boys, AFP, Isapres, Neoliberalismo. Nunca pensé que esas palabras fueran más que eso. Nunca imaginé que serían un concepto que afectaría mi vida completamente.
Les juro que en los 80’s, éste hubiese sido un guión ganador del Oscar. Algo así como: “En nuestra categoría terror futurista el ganador es…” Qué naves espaciales, qué alienígenas, qué viajes en el tiempo. El verdadero terror es la realidad que debemos enfrentar.
Algo está mal y como dice mi amigo Pacheco: “está mal pelao el chancho”.
Lo veo día a día, donde los más fuertes económicamente se ven beneficiados en desmedro de los que tienen menos recursos.

Trabajo en una empresa privada. No sé cómo son las otras. Tampoco sé como funcionan las estatales o municipales. No sé qué pasa. La gente de trabajo como obreros, empleados de oficina, secretarias, juniors, ejecutivos de venta, incluso profesionales ganan menos del promedio que fija la famosa “Renta acorde al mercado” que se supone, es uniforme en ciertos niveles.
¿Pero quién mierda fija esa cifra? O sea, quién tiene el valor moral para sobrellevar esa sensible y delicada responsabilidad. Quién mierda dictamina la famosa Renta. Seguro que es un grupillo de hueones que ganan muchísimo más por sobre el mercado.
Pero qué es el mercado. En cualquier diccionario encontramos esa respuesta. Pero en Chile, mercado es la máscara que luce una mentira que lleva décadas haciendo de las suyas y beneficiando sólo a algunos.
El Neoliberalismo distorsionado que impuso la dictadura militar y que ha sido administrado y validado por la concertación, ha llevado al empobrecimiento de muchos de nuestros compatriotas.

No sé si nací en el siglo equivocado, no sé si entiendo mal, no comprendo muchas cosas. No digo que no me guste el dinero. No digo que no me guste trabajar. Y si es por ser honesto debo sincerarme y decir abiertamente que odio mi trabajo, aunque ese no es el punto. No es que sea flojo, tampoco es un problema vocacional. Es por la sumatoria de vejámenes e injusticias. Es porque esta empresa es el ejemplo asqueroso de lo que pienso día a día.
Esto va dedicado a todas las personas que aún tienen videos y fotos de esos tiempos. Consuélense, no sólo la moda fue lo peor de los 80’s.

lunes, 22 de octubre de 2007

La emoción del rayo



Las emociones son como los rayos. Caen en la tierra sin piedad, sin preguntar, sólo con la fuerza que tienen. Así. Tan sorpresivamente como los rayos. Tan impredecibles. A veces dañan, otras veces matan. Otras veces nos atemoriza su sonido. El temblor que provocan en nuestro interior. El vibrar inmenso. El rugir majestuoso de su perfección. Hay algunos rayos pequeños, solamente cuentan cuando los vemos. Rayos insignificantes, menores del promedio. No podemos congregarnos en familia y recordar el rayo más pequeño que hemos presenciado. Pero si contamos la vez que hubo un rayo que iluminó San Antonio como si estuviera de día. El rayo, el viento azotando las frágiles casas, anunciando una lluvia torrencial. Esos son los que se recuerdan, esos son los que dejan una marca que se proyecta al futuro.
Hoy recibí una carta… la emoción que me causó fue como un rayo partiéndome en diminutos y hermosos pedazos. Sin piedad, sin preguntarme, sólo con la fuerza que tiene. Así. Tan sorpresivamente como los rayos. Tan impredecible.
No pude evitar que mi cuerpo llorara por dentro. La emoción me hizo perder la conciencia y mi noción. No era pena, no era angustia. Era como llorar riendo y reír llorando. Todo aglutinado y condensado en mi pecho. En esa caja orgánica de sensaciones.
Antes estuve en una patria donde no existían rayos. En una patria donde nada me maravillaba. Ahora estoy en un lugar donde un rayo se sucede tras otro, donde ninguno es tan chico que no lo vuelva a recordar.
Tú me llevaste a ese lugar y estoy maravillado.
Nunca había leido algo tan hermoso.

viernes, 19 de octubre de 2007

Motivos por los cuales Chile nunca será Campeón Mundial de Fútbol


- Porque los hueones quieren ser futbolistas sólo para agarrarse minas.
- Porque el capitán de la selección en vez de inspirar bravura, inspira ternura.
- Porque cuando juegan con los venezolanos, juegan con inquietud.
- Porque cuando juegan con los peruanos y bolivianos, juegan con miedo
- Porque cuando juegan con los argentinos y brasileños, se cagan.
- Porque mojan la camiseta sólo cuando se las lavan.
- Porque ponerse la roja, pa muchos, es una espina que se la sacan cuando quieren.
- Porque nunca han creído en nada.
- Porque aún no nace el DT que se atreva a despachar a los hueones mediocres y salir a las poblaciones a buscar verdaderos cracks.
- Porque los jugadores están claros que no existe manera más fácil de ganarse la plata.
- Porque los dirigentes del fútbol hacen ver a la familia Corleone como inocentes niños.
- Porque cuando van a jugar afuera sólo van, con cúea, a empatar.
- Porque de chicos les dijeron que nunca iban a ganar nada.
- Porque se conforman con ser buenos en el Winnin’ Eleven o el FIFA.
- Porque la mediocridad se transformó en una cómoda virtud.
- Porque son como los políticos, se hacen de un nombre y de ahí hacen carrera.
- Porque son la plata más mal gastada junto con los milicos.
- Porque practican todos los días jugadas, paredes, tiros y, aún así, cuando les toca de verdad, se tropiezan, se les doblan los pies y se caen solos.
- Porque cuando uno es bueno para la gambeta, se pone comilón.
- Porque si otro tiene pinta, se vuelve farandulero.
- Porque si es feo, igual se agarra a una modelo que después lo caga y el tipo cae en depresión.
- Porque si no tiene carisma se vuelve drogo, curao o peleador.
- Porque que es mi sueño, y como muchos otros, jamás se cumplirá.

jueves, 11 de octubre de 2007

El poder de las Jaws


Enero de 2005. Por motivos de la concreción, estudio y desarrollo de un nuevo programa de diseño, tuve que abandonar temporalmente mi puesto de trabajo. Me puse mi vestimenta de alegría, agarré mi mochila con esperanzas y tomé un colectivo hacia el terminal de Barrancas. Pasaje ida y vuelta a Valparaíso. Ya pasando Lagunillas me quedé dormido y comencé un sueño de un aire más cálido y parrandas de cervezas con un mejor sabor.
Tres meses de instrucción, arduo trabajo, cervezas, vino y ron. Muchas horas en vigilia, pocas horas de sueño. Da lo mismo. Cuando muera voy a descansar suficiente.
Bueno, el tema de fondo no es mi experiencia en Valpo. El tema es lo que ocurrió en San Antonio mientras, en el otro puerto, mis ojos flotaban en alcohol.

En ese periodo mi teléfono sonó innumerables veces. Casi todas las veces eran problemas y más problemas. Que la Paty llegó tarde, que la Andrea no quiere la responsabilidad de asumir un rol, Carlos se la lleva chateando, que el diario, aquí, allá.
Yo en el (Val) paraíso y los habitantes del diario en el infierno.
Un día suena mi teléfono y escucho la voz inquieta de uno de mis secuaces: Problemas con la edición electrónica del diario (Internet). Nada nuevo. Pasaba casi todas las semanas y el 100% de las veces los de diseño, éramos culpados injustamente, cosa que me molesta mucho, porque en el fondo, es una actitud abiertamente maricona. Es reposar responsabilidades en alguien más débil. Es un hueón pelotudo al que se le cayó un jarrón de porcelana y culpa al niño chico de la casa. Nadie le va a dar crédito al pendejo. Capaz que el inocente infante termine castigado.

Mayday. Mayday.

- Puta John. Hubo un problema con Internet y pa variar este viejo culiao me está cargando a mí. Me retó el hueón, me retó como si fuera un cabro chico. No hay respeto- argumentó con rabia e impotencia.
Lo escuché, lo tranquilicé.
- Yo voy a hablar con él, quédate tranquilo- argumenté con voz de Armonyl.

El caso es que hablé con el viejo y este hecho lo olvidé por completo. Para mi fue sólo un problema más. Pero no fue así para Cristian.

Al cabo de algunos meses y con el récor de cañas y amanecidas, volví al inframundo. Al purgatorio. Comencé a enterarme de los sucesos, anécdotas, chismes, pelambres, contrapelambres, etc, etc, etc.
Cristian me contó de la forma en que había sido increpado por el director de este “respetable” medio. No dejó de llamarme la atención la particular y ridícula forma de hacerlo.

Esto que voy a hacer es lo más parecido a un evangelio: voy a relatar algo basándome sólo en los trascendidos, comentarios, bromas de mal gusto y relatos del afectado.

- Kistiaaaa- fue el grito que rebotó en todas las sucias paredes de este inmundo diario. Kistia es el sonido gutural emitido por un mongol alcohólico que pretender decir simplemente Cristian.
- ¿Si don Enrique?
- Oye, me está diciendo Valparaíso (habla de Valparaíso como si fuera una persona) que no están mandando todas las fotos para Internet.
- Eeehhhhmm. Creo haberlas enviado todas don Enrique.
- Pero en este informe –continuaba torpe e inútilmente moviendo el mouse- dice que te faltó la foto 100003451 a, 100003451 b, 100003451 c, la 100004581 y la 1000004578.
- Pero estoy seguro que las envié todas, si falta alguna es por que los periodistas no las marcaron como corresponde….
- Mira –interrumpió con prepotencia- no estés responsabilizando de tus errores a los periodistas, que ya bastante trabajo tienen.
- Eehhhmmm, pero estoy casi seguro. Las mandé todas.
- Dónde está John. Dónde está ese hueón.
- Está en Valparaíso don Enrique, por lo del nuevo programa. Ya hablé con él y se descubrió que el informe que le llegó a usted no era para este diario. Incluso, Andrés Gómez, el encargado de Internet me lo acaba de confirmar. El error fue que la persona que estuvo anoche despachando los informes se confundió y nos mandó el informe de un diario del sur. Nuestras fotos están completas.
- ¿Entonces para qué me mandan estas huevadas a mí, hueón? Mira yo no quiero problemas con Ignacio Torres ¡Así que habla con Gómez y dile que te metí pichula! ¡Dile que no se vuelva a equivocar por que por su culpa te metí pichula! Pero dile que te metí pichula, hueón!!! Insistió a viva voz. Todos escucharon, todos callaron, todos rieron cuando hubo pasado.

Después de ese episodio comencé a cuestionarme del cómo un “director” de diarios -un hombre que ha tenido esa responsabilidad por más de 20 años y en diferentes medios, alguien educado supuestamente, experimentado- puede tener esa clase de actitud para con un trabajador. Pasé mucho tiempo pensando en eso. Luego comencé a pensar que la oración: “Dile que te metí pichula” dicha por un periodista y más encima director debería tener otro formato. Más locuaz, llena de eufemismos, adornando el hecho mismo.

Con Cristian y mi amigo Edmundo Molina comenzamos una ardua tarea lingüística para abordar este desafío. Fue casi una semana que estuvimos lanzando y escribiendo alternativas. Nos cagamos de la risa con cada una de ellas.

Aquí las dejo.

MANDATO ORIGINAL:
¡DILE QUE TE METI PICHULA!

Exprésales que manifesté mi molestia por medio de embestidas púbicas contra tu hueso sacro.

Nárrales didácticamente del atentado que realicé en contra de tu persona por medio de la penetración rectal.

Fotocopie y pegue en el diario mural su certificado de desfloramiento.

Explícales que te sodomicé.

Cuéntales detalladamente de mi intromisión en tu esfínter.

Ponles al corriente que irrigué mi sexualidad con el único propósito de molestarte sexualmente.

Infórmales, que sin ningún tipo de lubricación ni preparativos, te penetré el recto.

Adviérteles de mi presencia en tu ano.

Instrúyeles de cómo modifiqué tu aparato digestivo.

Esparce el rumor de mi estrategia sexual en contra de tu incompetencia.

Comunícales verbalmente que violenté tu flora bacteriana normal.

Notifícales que me festiné en tu cloaca.

Diles que te llamé la atención.

Diles que te reté.

Diles que te hablé golpeado.

lunes, 8 de octubre de 2007

Noticias, combos, más noticias y más combos


Noticias,
sonidos,
bocinas,
rechinar de neumáticos,
voces,
noticias,
risas vacías,
preocupación,
pokemones,
señoras,
noticias,
choferes,
olor a mar,
la radio que no sintoniza,
el computador,
la pantalla, la pantalla, la pantalla, la pantalla.

Voces desagradables que quisiera silenciar de alguna forma. Sonrisas cínicas, sonrisas cumplidoras, pesada cruz de compromiso que ya no estoy dispuesto a cargar, no quiero el peso de una amabilidad falsa. No. Ni cagando.
Soy sólo la cáscara bien montada de una naranja. La naranja ya fue pelada y engullida. Sólo queda el molde que todos quieren ver. Pero esa cáscara está muriendo, se está deshidratando, pronto se achicará y dejará a la vista la mentira, el montaje y el vacío.

El sonido de los teclados, los besos muertos de los dedos con las teclas, el monótono coito entre ellos. No sé… no estoy viejo, ni muriendo -metafísicamente al vivir todos estamos muriendo- pero quisiera dejar de sentir ruidos y por primera vez en vida escuchar “el sonido”, el más increíble de todos: el silencio

viernes, 5 de octubre de 2007

Nubes


Sentimientos encontrados. Ignorancia de los tuyos, anhelos de gritarlo. Ansias de echarme el mundo al bolsillo. Carecer de miedos, reventarme de coraje y paciencia. ¿Pero cómo descartar el miedo si nací con el? Ese es un hecho tan cierto como llevar la muerte a cuestas.
Nadie sabe qué va a ser de nuestro futuro cuando nacemos, lo único que se sabe es que tendremos miedo y que moriremos. La imposibilidad de asegurar felicidad, plenitud y éxito es tan inexistente como la inmortalidad misma.

Miraba las nubes. Pasan. Son movidas por el viento. Esas esponjosas formas son como la vida misma. Muchas veces están estáticas en el cielo. Enormes, majestuosas. Otras delgadas, casi transparentes. Otras veces toman el color del ocaso cuales camaleones flotantes. Pero todas tienen algo en común. Nunca más las veremos. Sea por que el viento las llevó o por que tomaron otra forma. Así son los momentos en la vida. Es imposible que una situación se repita exactamente igual en la vida. Los episodios de nuestras vidas son tan fugaces como las nubes que lleva el viento, las transforma, las desvanece. No en la trascendencia, por supuesto.
Estuve pensando en la música. Te toma como un muñeco, te traslada a un pasado lleno de sensaciones, caras, olores, conceptos, sentimientos. Te azota en tus rincones insondables y completamente personales. Tan personales como cualquier sensación. Nadie lo podría entender. Eso es lo raro. En realidad, no sé si raro. Creo que la palabra es incomprensible. ¿Cómo -si todos hemos vivido eso en algún momento- puede ser tan diferente e indiferente para cada uno?

-Esta canción nunca me gustó-. Le digo. Silencio, más silencio. Pienso un rato.
-¡Pero ahora que la escucho me trae tantos recuerdos! Es increíble que cuando estuvo de moda lo único que quería era no escucharla más. Y ahora que la escucho siento la nostalgia.
No acabo de decir eso y comienzo a cuestionarme qué es la nostalgia.
-¿Cómo un sentimiento puede ser definido? Nostalgia... nostalgia- pienso en voz alta.
- ¿Será lo mismo que sientes tú cuando me hablas de la nostalgia?
Me mira. No sabe qué responderme. Qué estúpido de mi parte considerar alguna respuesta a esa pregunta tan ridícula. No quiero pasar por tonto -y como en las matemáticas negativo con negativo siempre es positivo- me precipito con algo más tonto, la idea es pasar desapercibido.
- ¿Seré un daltónico de los sentimientos y sensaciones?- Ella ríe.
- Tranquilo – me toma la mano me acaricia la cara- No es bueno cuestionarse tanto las cosas- me dice mirándome a los ojos con dulzura.


Las balas

Muchas veces hemos pasado el punto sin retorno. Hemos dado el paso que cruza la línea, esa línea que no nos permite el retorno. Es como el segundo en que se hala del gatillo de un revolver, ese segundo que no tiene vuelta y es desencadenante en nuestros destinos. Si. El destino. Quien piense que podemos hacer algo en contra de este coloso está completamente errado. Esencialmente somos productos desechables, tirados o arrojados en diferentes partes del redondo planeta, con diferentes culturas, colores, religiones, creencias, valores, etc., etc. y etc. Son tantas cosas que nos diferencian el uno del otro. Somos desechables, tanto como las municiones usadas en la guerra. Todas esas balas tienen un propósito: Matar, hacer daño -puede ser que este no ser un muy buen ejemplo, y es que soy anti-guerra, mi lema es matemos a todos los que quieren matar a otros- pero finalmente es disminuir de forma sistemática al adversario (que general y lamentablemente no siempre fue, es o será enemigo. Qué raro es esto de la guerra). El propósito de las balas es matar. Así de simple. Matar. ¿Pero cuántas balas logran su objetivo? ¿Cuántos de nosotros seremos balas inútiles? Esas que caen al piso o quedan incrustadas en una pared y sólo son una muestra de lo que fue la guerra. Nada más que eso. Inútiles. Arrojadas al azar con desesperación.
Yo si fuera bala, me gustaría cumplir mi propósito, penetrar en la carne, herirla, quemarla. Romper arterias, venas, causar estragos en un organismo, provocarle heridas que a la postre, causen la muerte. No quiero ser una bala que se pierda en el espacio o incrustada en una ya horadada pared.

jueves, 4 de octubre de 2007

Oscuro



Oscuro. Silencio roto sólo por mi respiración que logra acaparar en mis pulmones un escaso y desgastado oxígeno. Es como despertar en mitad de la noche de una horrible pesadilla. En esos momentos no existe noción de tiempo o realidad, ninguna percepción.
Es en ese minuto en que se mezcla lo onírico con lo real. Es el minuto en que deseamos con desesperación que sólo haya sido un mal sueño. ¿Cuánto dura ese atemorizante momento? Me parece una eternidad. Dificultoso es convencerme de que algo malo me pueda suceder. Incluso en mis sueños.
¿Por qué me cuesta tanto? ¿Acaso fui bendecido por los dioses con el codiciado don de la vida eterna? Mi apego a la vida me hace dudar siempre de este acuerdo tácito que hice (¿de verdad lo hice?) con quien me arrojó a este planeta. Con esta vida.

De pronto hay luz. Fría.
Me invade el recuerdo de heladas mañanas encaminándome al colegio. La grave y persistente ansia de descubrir mi futuro. Futuro promisorio, frustrado, interrumpido y lacerado por el agudo látigo del destino. La brisa fresca de la mañana taladrando mi frente. Como un viento austral que se interna en mi mente, refrescando mi conciencia que a tan temprana edad hierve como una caldera.

Gente. Casi odio a la gente. Siento desprecio por sus malas costumbres, que espero nunca hacerlas mías. Me provoca náuseas sus expresiones de alegría, rabia, temor o pena. Debe ser que mi rostro está cubierto por una máscara de inexpresión tan grande y evidente como los mares. Trato de sonreír, pero la monstruosa mueca que se dibuja en mis labios es tan ambigua como la de la Gioconda.

Oscuro nuevamente ¿Qué es esto? ¿Qué me sucede? ¡Quiero despertar! Quiero volver a la vida que hace algunas horas despreciaba. Quiero volver a la vida que quise apagar tantas veces.

Hay ciertas patologías sicológicas que explican el fenómeno de ansiedad. Crisis de pánico. Trastorno del pánico. “Enfermedades” que hacen creer a quien las sufre, que está a punto de morir. Hace que el afectado llegue a un grado de desesperación tan grande que algo tan simple e involuntario como respirar, se torne en una complicada tarea.

¿Alguna vez sufrí eso?
No lo recuerdo. ¿Como recordarlo? Mi mente oscila peligrosamente entre la cordura y la locura.

Viene a mi memoria la calidez de mi madre, los dos fundiéndonos en un caluroso y sofocante abrazo antes de dormir.
Ella siendo la única mujer que he amado realmente. Yo, el único hombre que amará mientras en ella exista vida.
Las manos callosas de mi padre enseñándome la fuerza que debería conjurar cuando creciera. Esa fuerza que más que física, va por lo emocional. Inquebrantable ante las penurias.
No sé qué es de ellos.

¿Cómo saberlo si no sé cuánto tiempo he dormido? ¿Cómo si al despertar de una pesadilla no existe noción de nada?
Pero ya me doy cuenta. Sólo dormí. Sólo eso. Pero desperté. ¿Dónde? No lo sé. No veo. ¿Estaré ciego? Es una oscuridad tan densa que aún no logro saber si mis ojos están abiertos o cerrados. Para mi desventura no puedo moverme. Estoy como paralizado. Soy una estatua con pulso. Escucho el latir de mi corazón. Mi desesperación lo hace audible.

El jugueteo de la adolescencia intrínseco de las tiernas edades. La ilusión de un primer amor.
Su cuerpo blanco. Sedoso. Su piel. Su carne. Su primera experiencia. Conmigo. Mis ojos se sacian de su cuerpo trémolo y desnudo. Quiero verla, conocerla completamente. Contar cada uno de sus lunares. Fijar constelaciones en el firmamento lunar de su cuerpo. Una singular ruta galáctica del placer.
Sus sabores. Sus olores. Ahora que logro recordarlos, no puedo olvidarlos.
Me quedo. Me quedo.
Me quedo en su suave muslo. Lo abrazo con toda mi fuerza. Jugueteo entre sus piernas. Jugueteo en su entrepierna. ¿Sueños premonitorios o recuerdos de una juventud regocijante?

No soy capaz de incorporarme aún. Mi mente divaga por pasillos oscuros y olvidados de mi memoria.
El aire se hace cada vez más escaso. Parece que la interrogante se hace afirmativa cada vez que me la formulo. ¿Estaré muriendo?

Mis hijos. Amor incomprensible de unas criaturas que sin saber leer conocen cabalmente el significado del amor. Ese es el real amor. El amor que no se explica. Ese que se abraza con la fuerza de la vida. El que no se cuestiona. El que se da y recibe sin las ataduras de un compromiso tortuoso y planificado.
Una lágrima cae. Recorre mi rostro dejando una cálida estela de emoción y recuerdos. Sus juegos. Su esperanza de ser comprendidos por ese hombre fuerte, ese hombre grande, ese hombre que trabaja, ese hombre tan niño como ellos. Yo.
¿Cómo habiendo tantos hombres fijaron su cariño en mí?
Sin una consciencia clara, me enseñaron la difícil y minuciosa descripción de esa tan esquiva palabra. Ellos tienen mi legado. Ellos son mi legado. Un legado subjetivo. Ese que se puede convertir en pesada carga
¿Llevarán consigo mi sombra? Y si es así ¿lo harán con orgullo o la ocultarán como una desagradable cicatriz de estigma?
Hice todo lo que pude por ellos. Les di el cariño, el consejo, la disciplina. Les di dolor también. El dolor compartido. La pena de mis decisiones.
Otra lágrima. De alegría esta vez. Por ellos, por su valentía al embarcarse en el tormentoso océano de la vida. Espero no zozobren como lo hice yo.

Vuelvo a la oscuridad tan penetrante como una aguja. Aún siento la humedad de mis lágrimas están en mis sienes caen por mi pelo. Estoy tendido. Tumbado en un espacio tan reducido que apenas me puedo mover. Ahora lo comprendo. Un frío mortuorio recorre mi cuerpo. El horror se acrecienta. No he muerto. Estoy vivo y encerrado en la pequeña prisión de los muertos. En esa diminuta mazmorra de madera y bajo dos metros de tierra estoy.
Sólo me queda afrontar mi cruento destino. Tal como lo hacen los animales cuando enfrentan el sacrificio.
Hubiese querido morir dignamente. Como me lo había planteado toda mi vida. Tantas horas de ella perdidas pensando en mi muerte. Ahora que estoy frente a ella me arrepiento de ese desperdicio.

Mis calles. El asfalto. Los olores. El sabor del aire costero. El azul del mar y el blanco reventar de sus olas.

Ya mis uñas están rotas. Mis fuerzas también.

Color de verano. Gris de invierno. Tierra mojada por la lluvia.

Mi último aliento.

El sol. El sol. Que sin saber de mi presencia, me cobijó toda mi vida con su puro manto de luz y calor. Sólo el ojo de los milenios sabe de su nacer y sabrá de su morir. Sus rayos me indican el camino. Lo sigo. Atrás quedaron las penas, el dolor, el temor. Comienzo el cálido viaje hacia la siguiente vida.
Cuántas vidas más faltan para aprovecharla.
Cuántas vidas. Cuántas más.

lunes, 1 de octubre de 2007

Frágil

La vida me es frágil,
Yo no la abandono,
Ni la dejo
Ella me abandona a mí.

Me deja por ser viejo,
Por estar enfermo,
Por que mi cuerpo ya
No le es de utilidad.

Me deja por que sabe
Que mi tiempo es breve.
Por que sabe, de seguro
Que no le merezco.

Cada día pasa,
Como el viento y sus nubes,
Ese viento, el viento
Depresivo-exquisito. Otoño.

Así (por ahora) me abandona
Con traición, a mansalva
Como un asesina cobarde.
Como es la vida.

Ha llegado a mí el llamado,
Ese que me grita furioso
Me atormenta, me dice:
¡Ven a mi, maldito! Si, tú.

Mi vida es caprichosa.
No la comparto, ni la riego
Dejo que se marchite
Peno en silencio.

Así debe ser, eso es destino
Vagar por la vida y ver
Felicidades que nunca tendré
Castigo de quien la vida me dio.

Compartirlo no puedo,
He cerrado esa puerta,
Y a pesar de mi dolor
No puedo abrirla más.

No puedo abrirla por dolor,
Temor, como agua de
Deshielo por mi espalda,
Quebrándome el torso.

Partiéndome ese músculo
Esa bomba de vida.
Nervios, grasa carne,
Arterias, venas, sangre

Corazón, ¿Qué es eso
Sino sólo un músculo?
Fuerte, motor de la vida.
Sensible, y pequeño.

Relatos de inviernos y recuerdos

Ciclo

El sentimiento matutino,
El vacío convertido en ácidos
Que carcomen mis entrañas.

Hoy busco la vida y su significado en la soledad de mi alma. La tristeza injustificada me viste de negro manto. La sabiduría aún no llega, me esquiva. Ayer te vestí de hierbas, preguntaste por mi pena. Te respondí con una lágrima. Esa lágrima era por todas las veces que te miré y no me viste ni escuchaste. Era para que enjugaras tus dedos y pintaras tu cara de guerra para cuando vengan los tiempos difíciles. Era una salada gota de mi agobio que recorrió mi cara como un río que flora el desierto.

Quisiera que fuéramos uno sólo.
No para secarte, sino para nutrirnos.
Quisiera, sí… eso quisiera.

Hoy el abrigo está disperso. Se ha desplegado por todo mi cuerpo convirtiéndose en una fina mortaja que enfría mi sangre. La estanca, la pudre. Mis noches son invisibles y mis temores tangibles. Los respiro. Son demasiado densos para llevarlos a mis pulmones. Los veo, y su estela tan luminosa que quema mis ojos. Los toco y son tan gélidos que pegan mi piel a su superficie. ¿Y qué más puedo hacer aparte de abrazarlos?

Tu voz me habló en un recuerdo.
Me pidió un beso, pero no cualquier beso.
Me pidió un beso olvidado.

Hoy recordé ese beso y te lo di encuadrado en un dramático óleo de agonía. Te besé tras el cristal del cofre de mi muerte y ese reflejo frío de distancia infinita despierta mis sentidos y tal como se abren las flores con el nuevo sol de la mañana es mi despertar a la realidad. Ahí está tu calor, tu piel, tus labios mientras dos pequeñas mujeres orientales miran insistentemente algo que nunca descubriré. Casi siento lástima por ellas. Nunca dejan de mirar.

El viento es misterioso, nunca sabremos
De dónde viene, nunca sabremos,
Dónde va o dónde se detiene.

Hoy reflexiono sobre el tiempo, es implacable, no tiene piedad, no puedes negociar ni llegar a un acuerdo con él. Me doy cuenta que es tan abrumador como el frío viento en las tardes de septiembre. Pasa y deja huellas, llena tus ojos de arena, te revuelve el pelo y cala tus huesos. Y vuelvo a las mujeres orientales siempre detenidas mirando “algo”. Detrás de ellas el reloj confirma su inamovilidad, siempre marca la misma hora detenido como si hubiesen llegado a un acuerdo perpetuando su juventud. Me doy cuenta que cada segundo bien vivido se convierte en una eternidad y vuelvo a mi cama.

El sentimiento matutino,
El vacío convertido en ácidos
Que carcomen mis entrañas.

El invierno y tú

El tibio viento de invierno me azota tu recuerdo en la cara, tal como se bebe el vino, tal como calienta mi cuerpo en las frías noches sin tu abrigo. El olor del invierno es tu olor, perfume eterno de ciclos terrestres, tu blanca piel iluminada por el cielo gris, triste y lluvioso. Sólo Dios sabe el porqué.
Y es el recuerdo de tu pelo bailando graciosamente al compás del viento, es tu cara bañada en lágrimas del cielo. Zapatos y ropas mojados. La gente pasa por el vidrio ahumado que conjura tu presencia, apenas distintos, apenas existentes. Todos menguados y ahogados en la fuente de hermosura de tu sonrisa. Cómo quiero abrazarte y sentir tus cabellos en mi cara, respirarlos, vestirme de ellos.
Tu piel es suave ungüento para las cicatrices de la vida.
Eres mi recuerdo de invierno, por allá quedaron los fríos, las lluvias, los vientos. Sin ti, no son nada.


Tus labios

La mirada intensa petrificada en el vacío, las botellas de cerveza, los cigarros muertos, los que están muriendo y los que morirán. El ruido intenso del bar, las conversaciones, la mala compañía de los susurros entrecortados que provienen de muecas indescriptibles de abulia y desdén. Tus manos tomando las mías con un gesto ultra dimensional, por que tú eres día y yo soy noche. Tú en mi corazón por siempre.
Con cada segundo que pasa tus labios me hablan como cantos de sirena. Los oigo, los sigo, me embrujan.
La cerveza, los cigarros, tu mano, tu sonrisa, tu pensar. Tus labios. Tú.



La hoja

Corté la hoja de un árbol, sólo para recordar quien soy. Sólo para recordar como es la vida y sus posibilidades. La miré con detención, me evadí en pensamientos sin consecuencia, pensamientos egoístas que están lejos de encontrar la verdadera vida que reposa en mí.
Ella es la hoja por sí misma, sin caprichos ni deberes, sólo es la hoja y nada más; baila su danza de los vientos, baila en todas sus direcciones, no teme el compás ni la arremetida, tampoco se preocupa de su caída porque ahora es la hoja que viste al árbol en épocas fértiles. Mañana será cimiente de nuevas hojas que me recordarán nuevamente que la vida sólo es eso: El ir y venir de las energías.