viernes, 1 de octubre de 2010

Sueños

Un furibundo día de calor, con los brazos abiertos rozando las nubes de glorias pasadas, pensando en la belleza inmensa, sin mesura, pero a la vez agobiante del momento a solas. Quizás no sólo un momento, sino una vida entera, incluso con tiempo extra y tal vez llegando a los penales.

lunes, 5 de julio de 2010

Un candidato honesto

Queridos compatriotas, les prometo que, de una vez por todas, acabaré con la pobreza y la degradación humana que esta condición conlleva en nuestro hermoso país. Además, mi gobierno garantizará de forma efectiva, una importante disminución en la tasa de accidentes de tránsito y, junto a mis ministros y ministras, desbarataremos eficazmente la delincuencia.
- Candidato ¿cómo pretende lograr estas promesas?
- Es muy sencillo, erradicaremos la pobreza matando a todos los pobres de nuestras ciudades, reduciremos el número de accidentes de tránsito al eliminar cinturones de seguridad, airbags, barras laterales y frenos ABS, reemplazándolos con un machete bien afilado situado cerca de la garganta de cada conductor y evitaremos los asaltos con armas de fuego, vendiendo cada bala a quinientos mil pesos.
El aplauso de la multitud fue estruendoso.

jueves, 1 de julio de 2010

Amanda

Con la mirada perdida pensaba en los miles de eventos que esculpieron poco a poco lo que ella llamaba su vida. Por las noches se acompañaba de oscuros y melancólicos pensamientos culpándose y culpando a otros por su realidad actual. Sus sábanas hedían a tristezas y frustraciones, estaban friccionadas y desgastadas de tanto dolor y angustias. Ya hace tiempo que no las cambiaba ¿Para qué disfrazar su triste realidad? ¿Para qué evadir sus amarguras enfundadas en perfume de detergente y suavizante? ¿Para qué sentir limpieza si toda su vida estaba inmunda?
Las noches eran eternas y cada tic tac del segundero eran interminables sentencias de insomnio y cuestionamientos. Y así, con un amargo sabor en la boca, al fin se dormía, rendida de cansancio para nuevamente enfrentar los demonios oníricos que la acechaban incluso durante el día. Cansancio y tristeza eran el común denominador de sus despertares. Le esperaba nuevamente el trabajo rutinario, tedioso y, a pesar de las tantas personas que trabajaban junto a ella, solitario.
Siempre sola, siempre triste, con su rostro mal agestado y carente de gracia, con su fealdad a cuestas, acomplejada por el tamaño de sus senos, su trasero caído y fofo, acomplejada por la cantidad de vello facial, acomplejada por su trabajo, por su vida, por su tristeza, rumiando una escasa ración de comida en un restorán de cuarto enjuague, sintiendo deseos de estar con alguien, de hablar sobre algo, lo que fuera. O simplemente callar y contemplar un rostro empático, tan horrible, desagradable y amargado como el suyo. Pero no, sólo tiene delante de ella un plato a medio comer y frío y el constante pensamiento de que, en sus noches y sus días, todo seguirá igual.

martes, 1 de junio de 2010

HIstoria deforme

Esta puede ser la historia de un ser deformado por la teoría del rumor o como quiera que se llame. Me refiero al planteamiento que expone acerca de una historia que, a medida que pasa el tiempo y de tanto relatarla, puede perder o ganar muchos elementos, convirtiéndose en nada o en algo, pero, sin duda, nunca igual como la primera vez que fue contada. Es un ecuación extraña en la cual, mientras más ficción se adiciona, más veracidad se sustrae. La ecuación perfecta para generar un mito. A eso me refiero con “deformado”, aunque no sé... distorsionado puede ser la mejor palabra. Pero no es la palabra lo que me complica, es el concepto en sí, es la idea general la que me revuelve el estómago.
Relata esta leyenda que este ser creó a mis antepasados a su imagen y semejanza, y junto con ello, nos prodigó la vida y la energía vital para movernos, pensar, sentir, razonar, etcétera.
Hablan de él como si fuera omnipresente, omnisapiente, como si la vida dependiera de él, como si le debiera algo, como si viviera gracias a él. Pero no es así, yo vivo por mí y mis ganas de hacerlo, no digo que eso baste como para vencer la mortalidad, pero sí como para ganar vivencias, historias, mis propias historias. Ya basta de fábulas, basta de cuentos amorfos. No me interesa saber nada de él ni de su amor y sus castigos, ni de necesidad de justicia implacable o su patética misericordia. Sólo soy yo y quienes me rodean, quienes tuvieron, como premio o castigo del destino, vivir en esta, mi coyuntura de tiempo.
Ya no quiero sus historias, de verdad, siento lástima de quienes se reúnen a hablar acerca de él, siento rabia por los que se quedan en sus asientos con sus ridículas caras de estúpidos escuchando sus deformes historietas, entonando canciones para él, o celebrando su nacimiento y fallecimiento involucrando a muchas personas en estas celebraciones.
Ya llegará el momento en que levantaré mi puño al cielo y clamaré con furia ciega: “¡Hasta cuándo continuarán las historias de mi puto bisabuelo!!!!”

jueves, 27 de mayo de 2010

Malditos todos

“No era quién era, sino quién decía”. Así se escuchó, fue clarito como el agua, no era válido pedir explicaciones respecto a eso. Era imposible preguntar el significado de aquello. No soy un intelectual, tampoco un tontorrón, prefiero callar, no preguntar. Sólo asentí con mi cabeza y en mi cara se dibujó un rictus de entendimiento cabal aunque en mis adentros pensé “¿qué mierda significa eso?” Tomé mi vaso de ron con coca y cascabelearon los hielos que enfriaban mi brebaje y pensé en las notas indescriptibles que habían salido de esa combinación de líquidos, hielo y vidrio. Si estuviera el vaso con un poco más o menos de líquido, ¿sonaría igual? ¿Sería un sonido más agudo… más grave? Bueno, eso dejó de tener importancia en cuanto el individuo frotó su incipiente barba, miró al suelo, escupió una masa espesa, blanca, voluminosa, más que escupo parecía una esponja blanca y mal oliente. Sus dedos estaban notoriamente más negros en la unión de la carne con las uñas. Como un mecánico, porque su piel, aparte de negra (sobre todo en la unión de la carne con las uñas) estaba deshumanizadamente curtida. Más que piel parecía la costra de pan. La fricción de su barba recién asomada más la aspereza de la piel de sus manos fue como el rechinido de las uñas contra un pizarrón de madera. Como cuando se hace demasiada fuerza sobre un plato de loza con el tenedor o el cuchillo. Aaahhhh. ¡Qué molesto sonido! ¡Qué hedor imaginario emanaba de sus continuos y secos escupitajos! Qué ser más desagradable y asqueroso. Pero, a pesar de todo, dijo algo que se clavó en mis pensamientos “No era quién, sino quién decía” y se escuchaban unas risitas burlonas aquí y allá.
Su vaso estaba casi vacío, debió estar tibio… pienso que, como sabía que le quedaba poco, quería prolongar el placer de la bebida. Pero ¿qué placer puede otorgar un ron con coca tibio? Apoyó su antebrazo derecho sobre su muslo dejando el vaso entre sus piernas, su mano izquierda estaba dentro del bolsillo del pantalón, y a juzgar por los miles de pliegues que se hacían en su muñeca, pienso que debe haber sido una postura muy incómoda. Tenía la mirada perdida y la cabeza dando tumbos, miró hacia el cielo y volvió a decir: “No era quién, sino quién decía”, y nuevamente las risitas. Pasaron unos cuatro o cinco minutos y, con dificultad y tratando de no caer de su asiento, comenzó con la labor circense de sacar su mano del bolsillo. Era un corre que te pillo de torpes movimientos musculares de aquí para allá y de acá para allá hasta que logró liberar su inhumana y curtida mano. Terminado el acto y recobrando el equilibrio, comenzó a frotarse el bulto de la entrepierna, quizás recordando algún viejo amor, alguna noche de sexo o su actriz favorita… o simplemente recordando la última masturbación decente que se pudo dar en su vida.
Volvió a decir lo mismo: “No era quién era, sino quién decía”. Pero esta vez fue diferente, porque lloraba. Lloraba con un desconsuelo que no dejaba sacar sonido alguno. Sólo lágrimas, baba y mocos. Al fin durmió y toda luz se apagó y las risitas burlonas, se convirtieron en carcajadas.
Malditos celulares con cámara, pensé. Malditos rufianes que tengo por amigos que me graban en mis momentos de ebriedad absoluta. Maldita tecnología.

miércoles, 19 de mayo de 2010

De todas formas

Inconciente y ridículamente aplastado en el suelo quedó el imbécil tras la golpiza propinada. Fueron golpes de pies y puños, certeros mangazos en todo lo que se llama hueso del hocico. Por un momento sentí que la piedad se ausentó de la ciudad por esos escasos cuatro minutos y medio. Y la vereda... la vereda, convertida en improvisado ring, fue el lienzo de un óleo grotesco de sangre y dientes caídos. De verdad que fue así.

Uf. Qué bien merecida fleta recibió este ciudadano altanero, holgazán, filibustero, embaucador, gavilán pollero, rata inmunda, paloma asquerosa, murciélago con rabia, mojón de mierda.

Me hubiese encantado ser el autor, compositor, intérprete y director de tamaña frisca… pero carezco del cuerpo, las habilidades brutales y cavernícolas que posee mi novia.