lunes, 5 de julio de 2010

Un candidato honesto

Queridos compatriotas, les prometo que, de una vez por todas, acabaré con la pobreza y la degradación humana que esta condición conlleva en nuestro hermoso país. Además, mi gobierno garantizará de forma efectiva, una importante disminución en la tasa de accidentes de tránsito y, junto a mis ministros y ministras, desbarataremos eficazmente la delincuencia.
- Candidato ¿cómo pretende lograr estas promesas?
- Es muy sencillo, erradicaremos la pobreza matando a todos los pobres de nuestras ciudades, reduciremos el número de accidentes de tránsito al eliminar cinturones de seguridad, airbags, barras laterales y frenos ABS, reemplazándolos con un machete bien afilado situado cerca de la garganta de cada conductor y evitaremos los asaltos con armas de fuego, vendiendo cada bala a quinientos mil pesos.
El aplauso de la multitud fue estruendoso.

jueves, 1 de julio de 2010

Amanda

Con la mirada perdida pensaba en los miles de eventos que esculpieron poco a poco lo que ella llamaba su vida. Por las noches se acompañaba de oscuros y melancólicos pensamientos culpándose y culpando a otros por su realidad actual. Sus sábanas hedían a tristezas y frustraciones, estaban friccionadas y desgastadas de tanto dolor y angustias. Ya hace tiempo que no las cambiaba ¿Para qué disfrazar su triste realidad? ¿Para qué evadir sus amarguras enfundadas en perfume de detergente y suavizante? ¿Para qué sentir limpieza si toda su vida estaba inmunda?
Las noches eran eternas y cada tic tac del segundero eran interminables sentencias de insomnio y cuestionamientos. Y así, con un amargo sabor en la boca, al fin se dormía, rendida de cansancio para nuevamente enfrentar los demonios oníricos que la acechaban incluso durante el día. Cansancio y tristeza eran el común denominador de sus despertares. Le esperaba nuevamente el trabajo rutinario, tedioso y, a pesar de las tantas personas que trabajaban junto a ella, solitario.
Siempre sola, siempre triste, con su rostro mal agestado y carente de gracia, con su fealdad a cuestas, acomplejada por el tamaño de sus senos, su trasero caído y fofo, acomplejada por la cantidad de vello facial, acomplejada por su trabajo, por su vida, por su tristeza, rumiando una escasa ración de comida en un restorán de cuarto enjuague, sintiendo deseos de estar con alguien, de hablar sobre algo, lo que fuera. O simplemente callar y contemplar un rostro empático, tan horrible, desagradable y amargado como el suyo. Pero no, sólo tiene delante de ella un plato a medio comer y frío y el constante pensamiento de que, en sus noches y sus días, todo seguirá igual.