- Cada vez que doblo en alguna esquina, la cuidad se transforma y me entrega un contraste moderno-romántico. Por un lado está la tendencia a modernizar la ciudad y por el otro lo clásico, lo que no se vende, el negocio con el nombre de la dueña. Sin ir más lejos, a la vuelta hay un almacén típico de barrio. Verduras, cigarros, lácteos y abarrotes, aparece escrito con tiza en una pizarra. Y así llegué hasta acá, pensando en mi niñez, en mis percepciones de ese entonces y en cómo se han modificado con cada día transcurrido en el calendario.
Acerca de estas cosas me gusta escribir, nunca supe ni sabré porqué tengo el bichito que me obliga a hacerlo. Soy sólo un profesor de matemáticas de la vieja escuela, cesante para colmo, con inquietudes. Jamás hice un taller literario, no sé de conceptos ni de simbolismos, sólo pongo mi mente en blanco y le doy alguna forma a letras sueltas. Combino ideas, me nutro de lo que veo y así en adelante. Explicación simple, fácil de comprender. No requiere de mucho ingenio –le digo infructuosamente para salir del paso.
- Flaco culiao no me importa la pescá culiá que me tay vendiendo, pasa las moneas, los cigarros y toas las hueás que te dije… y te apurai conchetumare –pronunció amenazante al mismo tiempo que ondeaba su intimidador cuchillo cerca de mi cuello.
- Pero tranquilízate, podemos conversar –dije temblando- la verdad es que la plata que tengo ahora no es mía, es de mi polola.
Dice algo que no logro entender y me golpea con furia en la cara, luego me da un puñetazo en el estómago y me deja sin respiración. Caigo sobre mis rodillas, recibo un puntapié en las costillas y, mientras termino de caer, veo cuando vuelve a guardar el cuchillo entre sus ropas. Toma hábilmente mi billetera, hurga los bolsillos de mi chaqueta, me revisa el cuello y de un tirón me saca una cadena de plata que me regaló mi extinta abuela cuando salí de cuarto medio. Saca los billetes y me arroja la billetera en la cabeza.
- Sácate la chaqueta, y no me mirís conchetumare- me dice mientras me tironea los zapatos.
Como puedo me saco la chaqueta y la dejo en el suelo, no tengo fuerzas para levantar mis brazos. Recibo otra patada, pero esta vez va directo a la cabeza.
En ese momento pasa un auto y toca la bocina y mi némesis corre perdiéndose en la oscuridad de la noche. La persona del vehículo –sin importarle si estoy gravemente herido- sigue su marcha y yo quedo ahí tirado sobre un charco de agua, mientras la lluvia diluye la sangre que fluye generosamente de mi rostro.
Transcurre una eternidad antes de que tenga las fuerzas para erguirme.
Camino tambaleándome, descalzo, golpeado, mojado, humillado y con un dolor punzante en la ceja derecha.
¡Odio a los flaites de mierda! –pienso. Ni siquiera puedo decir que son animales. Por lo menos los animales no tienen conciencia. Si matan lo hacen para alimentarse, si follan en la calle, lo hacen para reproducirse, si mean o cagan es porque no tienen pudores. Todo funciona perfecto en el mundo animal. No puedo decir que los flaites son quiltros de la sociedad, eso sería ofender a los perros. Que los quiltros no tengan una raza definida no los hace delincuentes.
Conciencia, por la mierda, conciencia. Los animales no la tienen y nosotros sí, eso es lo imperdonable, reflexiono con llanto iracundo.
Camino aturdido entre los prejuicios de la gente que prefiere pensar que soy un borracho y, en vez de auxiliarme, me ignora con frialdad y me esquiva como si tuviera lepra.
Llego a la casa, golpeo la puerta. Mis calcetines deben andar por los 3 litros cada uno y me siento patético y adolorido. Mi novia me mira con espanto y rompe en llanto cuando ve mi rostro ensangrentado y enlodado.
- ¿Qué te pasó? –me pregunta mientras revisa mi ropa en busca de algún corte.
- Tranquila, no pasa nada mi amor –le digo cuando me recuesto en nuestro sillón- Es sólo que me topé con una persona que no tuvo oportunidades.
De esta forma remato y conservo mi postura de defensor de lo indefendible, y sólo yo sé que mi mojigato discurso de héroe social junto con mi orgullo, también se los llevó el flaite.
Acerca de estas cosas me gusta escribir, nunca supe ni sabré porqué tengo el bichito que me obliga a hacerlo. Soy sólo un profesor de matemáticas de la vieja escuela, cesante para colmo, con inquietudes. Jamás hice un taller literario, no sé de conceptos ni de simbolismos, sólo pongo mi mente en blanco y le doy alguna forma a letras sueltas. Combino ideas, me nutro de lo que veo y así en adelante. Explicación simple, fácil de comprender. No requiere de mucho ingenio –le digo infructuosamente para salir del paso.
- Flaco culiao no me importa la pescá culiá que me tay vendiendo, pasa las moneas, los cigarros y toas las hueás que te dije… y te apurai conchetumare –pronunció amenazante al mismo tiempo que ondeaba su intimidador cuchillo cerca de mi cuello.
- Pero tranquilízate, podemos conversar –dije temblando- la verdad es que la plata que tengo ahora no es mía, es de mi polola.
Dice algo que no logro entender y me golpea con furia en la cara, luego me da un puñetazo en el estómago y me deja sin respiración. Caigo sobre mis rodillas, recibo un puntapié en las costillas y, mientras termino de caer, veo cuando vuelve a guardar el cuchillo entre sus ropas. Toma hábilmente mi billetera, hurga los bolsillos de mi chaqueta, me revisa el cuello y de un tirón me saca una cadena de plata que me regaló mi extinta abuela cuando salí de cuarto medio. Saca los billetes y me arroja la billetera en la cabeza.
- Sácate la chaqueta, y no me mirís conchetumare- me dice mientras me tironea los zapatos.
Como puedo me saco la chaqueta y la dejo en el suelo, no tengo fuerzas para levantar mis brazos. Recibo otra patada, pero esta vez va directo a la cabeza.
En ese momento pasa un auto y toca la bocina y mi némesis corre perdiéndose en la oscuridad de la noche. La persona del vehículo –sin importarle si estoy gravemente herido- sigue su marcha y yo quedo ahí tirado sobre un charco de agua, mientras la lluvia diluye la sangre que fluye generosamente de mi rostro.
Transcurre una eternidad antes de que tenga las fuerzas para erguirme.
Camino tambaleándome, descalzo, golpeado, mojado, humillado y con un dolor punzante en la ceja derecha.
¡Odio a los flaites de mierda! –pienso. Ni siquiera puedo decir que son animales. Por lo menos los animales no tienen conciencia. Si matan lo hacen para alimentarse, si follan en la calle, lo hacen para reproducirse, si mean o cagan es porque no tienen pudores. Todo funciona perfecto en el mundo animal. No puedo decir que los flaites son quiltros de la sociedad, eso sería ofender a los perros. Que los quiltros no tengan una raza definida no los hace delincuentes.
Conciencia, por la mierda, conciencia. Los animales no la tienen y nosotros sí, eso es lo imperdonable, reflexiono con llanto iracundo.
Camino aturdido entre los prejuicios de la gente que prefiere pensar que soy un borracho y, en vez de auxiliarme, me ignora con frialdad y me esquiva como si tuviera lepra.
Llego a la casa, golpeo la puerta. Mis calcetines deben andar por los 3 litros cada uno y me siento patético y adolorido. Mi novia me mira con espanto y rompe en llanto cuando ve mi rostro ensangrentado y enlodado.
- ¿Qué te pasó? –me pregunta mientras revisa mi ropa en busca de algún corte.
- Tranquila, no pasa nada mi amor –le digo cuando me recuesto en nuestro sillón- Es sólo que me topé con una persona que no tuvo oportunidades.
De esta forma remato y conservo mi postura de defensor de lo indefendible, y sólo yo sé que mi mojigato discurso de héroe social junto con mi orgullo, también se los llevó el flaite.
6 comentarios:
ooo que fuerte relato, esperaba que escribieras, me gusta leerte.
Ahora si disculpa mi ignorancia pero es un relato empirico o producto de la imaginacion...
bueno que estes bien
eso si no se Cual es tu grupo.. podrias decirme...
ya suerte, no no creo en ella, mejor te digo haz lo que quieras jaja
cuidese
Notable.
Me gustó la reflexión de lo moral. Los flaites son inmorales... los animales a-morales. Los flaites son una lacra. Los detesto. No entiendo por qué tenemos que pagar por una "persona(?) sin oportunidades"... LASTRE SOCIAL!
sólo pongo mi mente en blanco y le doy alguna forma a letras sueltas. Combino ideas, me nutro de lo que veo y así en adelante......
creo que son asi las cosas...la mente en blanco aveces habla mas que una pensante ...también una paradoja no?...
que el odio al flaite, y el discurso de su falta de educación y que todo es culpa del pais y la falta de oportunidades, no dejan que el odio gire en amor....no cuando te toca a ti....
si etiketame nomas...para mi seria un placer...
El relato está excelente, muy bueno, como todos, muy absorvente y al hueso, me gustó el cambio de actitud del protagonista.
Obviamente el cuento lleva a una reflexión, que al igual que la actitud del profe después del robo me parece apresurada. Es cierto que el cuento de victimización ante las faltas de oportunidades está casi nulo, pero cuál es la solución, será matarlos a todos, legalizar el robo, aborto y castración para los criminales, más pacos y cámaras en las poblas, redistribución equitativa de la riquerza nacional. No hay duda que debe discutirse la respuesta, también hay que considerar los beneficios que obtienen los peces gordos con la mantención y aumento en la delincuencia, gente asustada y odiando a otra gente que no tiene más recursos que uno, aliena de forma innegable, y hasta la libertad y privacidad se regala.
Yo me la juego en decir que es un problema estrucctural que puede trabajarse a través de una educación diferente (no sólo académica), y creo que una distribución equitativa de lo que se produce (en relación a lo que se trabaja), mejoraría las cosas, pero de ninguna forma se terminaría, es problema es más de fondo, más cultural, es decir, (y para variar) de nuestra ideasingracia chilena.
Saludos compa.
Primero que todo debo decir ¡putos flaytes! son la lacra de la sociedad... ahora prosigo de manera más apacible. El discurso de las faltas de oportunidades existe para otro tipo de personas, alguien que en verdad busca oportunidades. Pero las flaytes no roban porque no pudieron estudiar, sino por droga y otras tonteras... ¿a cuántas personas no las han matado por un simple cigarro? para peor, los matan y ni les roban... es matar por matar.
Lamentablemente los círculos de poder desean la existencia de este tipo de personas para mantener el status quo sobre el miedo. De esta forma el hombre común se siente protegido por los poderes estatales, armados y fácticos y los apoyará en todas sus decisiones.
Tanto los medios de comunicación como algunos otros millonaros poco éticos consideran "El Leviatán" de Thomas Hobbes como la biblia, ya que se habla del estado policial y de lo malvado que es el ser humano.
¿cómo remediar esta situación?
Mmmhhh... es una pregunta algo altanera. Pero creo lo siguiente: regulación de los medios de comunicación, mayor educación, mayor igualdad de ingresos y una enseñanza familiar de verdad (no padres ausentes).
Lamentablemente todos esos puntos son complejos, no porque sean imposibles de realizar, sino porque a los políticos y las empresas no conviene realizarlos.
Eso creo yo... el que esté en desacuerdo, está en todo su derecho.
extraordinario señor, así se escribe: fuerte y claro. estoy recién revisando los archivos, pero hasta aquí me gustó lo que he leído. otra cosa: hay coherencia entre lo que se lee y lo que se oye y eso no es algo habitual.
un abrazo on´milto
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