martes, 30 de septiembre de 2008

Pantalón a media raja


Está bien. Lo reconozco, mi ausencia ha sido provocada por el mal necesario de cada sociedad: El trabajo. No. No soy un flojo. Me gusta trabajar, pero cuando ya no tengo tiempo para dedicarle a otras cosas me siento frustrado. Puede que las otrora malditas jornadas de insomnio me daban cabida enorme a desarrollar algún tema de forma abstracta, pensar harto, fumar mucho. Pero ahora parece que sólo fumo, porque casi no pienso, o eso es lo que creo. Puede ser que piense que no he pensado, pero al hacer eso ya estoy pensando. Ridículo. Puede que piense que esto no tiene relación en lo uno con lo otro, pero sigo pensando. Lo que no hago es pensar en forma libre y creativa.
Banalidades, banalidades y más banalidades. Necesito esto, lo compro. No tengo que pensar mucho. Tengo la plata y lo hago. Trabajar y trabajar. Tampoco hay que pensar mucho, a parte de querer terminar luego la pega y que quede bien, pero eso no es pensar, eso es instinto… no sé si tan instinto. No creo que el perro piense que debe comer su última comida de la noche. Cazar a un gato o un ratón, un pájaro que pilló volando bajo. El perro come solamente, no sabe si es la última de la noche o la primera de la mañana, tampoco se acuerda si hace veinte minutos se zampó una olla repleta de comida, sólo come, asegura su vida y su existencia sin medir contemplaciones estúpidas. No sé… quiero justificar que no pienso y que sólo actúo, pero aún así pienso, por eso repudio mis bajones. Por lo menos eso creo. La respuesta es que antes veía todo. Observaba mi entorno. Ahora sólo paso rápido. Me sobrepasan las presiones. Tener que ser creativo cuando la única imagen que tengo en la mente es un montón de mierda con un par de moscas parándose en él o sobrevolándolo. ¡Qué asco! En realidad es mentira. Sólo tengo un gran blanco. Pesado, uniforme y contundente y que no me está dejando hacer lo quiero. ¿O no lo quiero? Sí, sí lo quiero. Pero no me lo puedo. O sea, me lo puedo, pero me está costando sangre y neuronas.
Debe ser que odio presionarme a hacer las cosas bien, y en este caso no hay diferencias. Incluso me huele hasta a vanidad mediocre y pestilente.

No. No quiero eso. Ni con mucho talento la vanidad se convierte en una virtud.

Pensamientos, pensamientos…

Hablando de pensamientos, hace unos días atrás conocí a un tipo muy simpático, agradable. Comenzamos a hablar acerca de nuestros trabajos, de la vida, de esto y lo otro, pero a medida que la botella de ron desaparecía para mezclarse con coca cola e ir a parar directamente a nuestra sangre, la conversación pasó a temas más peliagudos. Religión y política. Por la puta… siempre caigo en la misma estupidez.
El hombre era muy creyente y yo un abierto enemigo del libro negro con una cruz en la portada y de todos sus profetas. No es que no crea en algún dios, le dije, sólo que no creo en el tuyo ni en el de los musulmanes, ni en el de los chinos, judíos y miles de etcéteras más.
Me habló de la fe y la conveniente definición de esa corta palabra. Es re papa… la creencia de lo que no se ve ni se palpa… o algo así. Blah, blah. Te piden lo imposible.
Nada más complicado que creer en un ser todopoderoso que piensa que no somos buenos pero tenemos que serlo, todo esto reducido en diez mandamientos que fueron escritos en piedra en un monte donde no había nadie más que una persona ¿Por qué no delante de todo el pueblo? ¿Por qué en secreto?
El arca del pacto nunca fue encontrada, tampoco el barco de Noé, la explicación… dios la escondió de nosotros. La lista es innumerable; Torre de Babel. Diluvios, Sodoma y Gomorra, Jesús, la virgen… uuuff… ¿Cuál es el común denominador? No existe vestigio ni prueba alguna de ninguno de estos eventos. Nuestra obligación es creer, si no, eres agnóstico, ateo o escéptico y te encasillan. Ahí es donde entra la fe, en creer lo que te dicen de forma irracional
Ya que te quieran vender un seguro es complicado… te venden algo intangible, estás pagando por algo que no puedes ver ni palpar ni usar hasta que pase algo. No es como un computador o un auto o una casa, cosas que sí puedo usar, ver y tocar. Así mismo es mi tema con la vida eterna y esas mentiras que se dicen para poder dormir tranquilos y pensar inocentemente en que el obrar bien te traerá una dádiva. Es por eso mismo que me considero mejor que los religiosos, porque actúo de buena forma. No robo, ni mato, no cometo adulterio, etcétera, porque lo hago con compromiso, sin que haya un regalo de por medio. Sólo porque es mi deber para con la humanidad y la simbiosis que pregono.
De diez “herejes” que agonizan deben ser ocho o nueve los que reconocen los dogmas de la fe y se arrepienten de su pensamiento en sus últimas horas, y no es un arrepentimiento de corazón, sino que es un acto de atrición. La reacción normal de una persona que se retracta de sus "pecados" sólo porque tiene una pistola apuntando directamente a su cabeza
Su respuesta a todos mis pensamientos fue de lo más increíble. Me dijo: Sabes… hay un médico famoso… no recuerdo su nombre, pero es cirujano y neurólogo… famosísimo… un hombre de ciencias, un hombre de poca fe y muchos datos y en una conferencia dijo lo siguiente: "Antes yo era agnóstico, ahora soy creyente en dios, porque he operado muchos cerebros, donde está el conocimiento de la humanidad, y saben… no vi ningún pensamiento, pero están ahí…"
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Hoy camino a mi trabajo vi a un tipo que estaba arreglando la reja de su casa o algo por el estilo. Estaba agachado tipo pollitos pastando. O sea, piernas semiabiertas pero perpendiculares al suelo. Típico blullín talla 52, y no era poquemón. El pantalón a media raja, incluso creo, sin exagerar, que era a tres cuartos de raja, por poco me saludaba su ojete. Poto rojo y peludo, la rajadura blanca y sudada, pantalones sucios. Puedo concluir que hay imágenes que quedan para toda la vida, pero, que de seguro, ésta la quiero olvidar.
Me puse a pensar en los estereotipos odiosos y me pregunté lo siguiente: ¿Los obreros de la construcción, carpinteros, maestros chasquillas, mecánicos, etcétera, no podrán hacer bien su trabajo sin la raja al aire? ¿Perjudicará el trabajo de algún exigente asesor de imagen ? ¿Un acto de rebeldía silente con respecto a sus salarios y/o beneficios sociales? ¿Será una normativa de su sindicato?
Salud, compadre, buena onda –le dije.
Preferí terminar la conversación así.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no entiendo porqué los creyentes siempre te quieren meter su fe en la cabeza... ¿alguién les dio el derecho a profetizar y weás? a mi me dan rabia esos pendejos que ocupan la fe para meterse con las minas... y les hablan de dios, del dolor de la cruz y después les terminan chantando su "lanza de Longinus".
Cuando me salen tipos así, les lanzo toda mi artillería hereje y si no entiende, me río a carcajadas de su religión y hablo del gran hombre invisible que nos ama, pero que nos quiere ver arder en los hornos del infierno (como dijo un excelente comediante social norteamericano).
Y cuando ya no entiende, es re bueno cambiar el tema con una brutalidad como "el escote de gásfiter" o el por qué se mean los curados... algo así, livianito y que saque risas, tantas que el religioso se termine yendo porque nadie toma en cuenta a su puñetero dios.

Mary Lovecraft dijo...

ay querido Lafaln, me hiciste reflexionar, reir, odiar...

enfin, tal vez sí te esté haciendo falta un poquito de más tiempo para tí mismo. Te ví con demasiadas ideas bullendo por salir y un orificio pequeñito por donde sólo pueden dejar entrever toda su (encubierta) grandeza.

Ojalá encuentres ese rato de relajación pronto.

un beso, nos seguimos leyendo!
Mary