miércoles, 9 de julio de 2008

El pragmático (o el afiebrado)

En algún momento tuve la impresión que fue un martes… quizás un miércoles. Da lo mismo. El caso es que fue en la tarde… o en la mañana... Quizás fue en la noche pero nunca en la mañana, no suelo levantarme muy temprano cuando estoy de vacaciones. Bueno el tema es que fue hace cuatro o cinco años, pero… a ver… hace seis años que trabajo y lo que te quiero decir ocurrió cuando estaba en la universidad, lo que me pone en un aprieto aún más grande ya que fue un proceso que duró poco más de cinco años, aunque estoy positivamente seguro que tiene que haber ocurrido en tercer o cuarto año… ¿o fue en segundo? Me complica esto del tiempo, no sé medirlo ni cuantificarlo. Me siento como si estuviera con una brújula parado justo en medio del polo norte. ¿Hacia dónde apuntaría la aguja? O sea, si estoy parado justo en el centro magnético y avanzo unos pasos, la brújula me indicaría el norte hacia donde anteriormente me marcaba el sur. O para poner un ejemplo menos complicado es como hacer un hoyo recto trazando el radio perfecto de la tierra –y obviamente olvidándome de las rocas ardientes y/o el infierno- ¿En qué punto quedaría vuelto de cabeza? Sería pasando el medio ¿no? Y el centro ¿Qué es aparte de sólo confusión?
Déjame plantearte esto desde un punto de vista más universal, considerando la inmensidad y comparando nuestro globo terráqueo con los grandes planetas de nuestro sistema solar, incluso con el sol. Somos un mundo enano insertado en un firmamento infinito; nuestra Tierra y nuestra galaxia, quedan convertidos en polvo cósmico comparado con los cuerpos celestes de tamaños colosales. Imagínate en qué calidad queda el ser humano que para viajar de Santiago a Estocolmo se demora veinticuatro horas en avión. Imagínate lo insignificantes que somos. Y esa es la insignificancia que nos obliga a creer en un dios o en varios. Aferrarnos a una religión que nos permita ser algo más que simple carne moribunda que pronto será cenizas que el viento distribuirá a su antojo para convertirnos en nada. Ni siquiera somos una célula muerta del universo. No. Ni eso somos. Y el ser humano se cree grande, poderoso. Masacran a los más débiles por gusto. Y qué hace más fuerte o más débil a un hombre. No es sólo el dinero. No es el intelecto. Es la ambición de querer ser dueños de este miserable planeta y la política y evidentemente el dinero aunque haya dicho que no hace un rato. El ser humano se quiere adueñar del tiempo, del espacio, de la ciencia, de los miedos, de la vida, de la muerte y de los sentimientos. Y en su estúpida creencia que se convierte en la más notable de las ignorancias inocentes es que se siente poderoso. Grande. Importante. Así como tú.
¿Quién te crees que eres para exigirme que me acuerde del día en que te pedí matrimonio?

5 comentarios:

Mary Lovecraft dijo...

Retorcidamente angustiosas las divagaciones del protagonistas...me he sentido sumergida dentro de su mente misma...perdida...

y al final para llevarme su berrinche! tal es el sentimiento de traición que siente el prota hacia su propia mente...


me gustó mucho el textito :D

un beso,
Mary

Blood dijo...

Mmmm... y pensar que conozco gente que se da esas vueltas para decir algo tan simple. Terrorífico (más que mis cuentos)

Saludos sangrientos

Blood

Raul dijo...

Tay bien cagao weon!!!
Compadre ya llebo 826 firmas para el cambio de logo de "Gedeon", asi que dile al arcaico pelao que se valla a la mierda.
Acuerdate de mandarme la polera de In Flames. Aps... ayer te compre una de Dimmu (In sorte diaboli) ojala que te guste jajajaja.
Chao firulais!!!

Anónimo dijo...

jajaja Oie el loco ataoso ese.
Como tanta rabieta?!
pero nunca faltan los tipos que buscan mil y una explicación para excusarse por su mala memoria...
aunque, para qué engañarme, fue una buena respuesta la que dio el tipejo ese. o al menos bastante chistosa

Live For Words dijo...

ajsjdjsada ta bueno, bastante POCO pragmático pero pragático a la vez.