jueves, 26 de junio de 2008

El escéptico


Mi hogar es un castillo hermoso cubierto con una verde enredadera y adornado con bellas flores. La vida ahí es apacible, un cristalino río protege su fachada y su agua genera una música hermosa. Por el día son vítores de grandeza y realeza, por la noche son cantos de sueños que cuentan la historia de las fértiles praderas que rodean el lujoso palacio.
Por las mañanas las aves cantan para despertarme y las sirvientas entran presurosas a atenderme en todas mis necesidades.
Nuestra opulencia es tanta que hacemos tres o cuatro festines por semana. Toda la nobleza danza el ritmo de los músicos de palacio. Todos bailan esperando a que haga ingreso al salón la princesa. Cuando entro, la música se torna suave y mis delicados pasos son acompañados por reverencias de hombres y mujeres. Mi belleza es deseada por hombres y envidiada por las mujeres. “Dios salve a la princesa”, me dice un viejo conde.
Mi amado príncipe se levanta de su trono a recibirme, toma suavemente mi mano y nos sentamos. La música vuelve a llenar la sala y los bailes continúan.

La guerra nos sobrevino como la peste negra. Sin esperarla se deja caer sobre nuestra querida tierra. Mi amante príncipe sale en campaña de guerra liderando a sus fieles súbditos. Charles jamás permitirá que el yugo extranjero se apodere de la apacibilidad de un reino construido en las bases del amor.
Aciaga noticia ha llegado a mi mano por carta. Charles, el amor de mi vida, poseedor de mi cuerpo, alma y corazón ha caído en combate. El tiempo entregará nuestra pacífica provincia a la dura mano invasora.

El negro sentimiento se apodera de mi alma y me entrego a los espíritus de la tierra. Les ofrendo animales en sacrificio y elevo plegarias a sus oscuros nombres.
“Bruja. Hechicera. Hereje” me gritan quienes antes me bendecían. “A la hoguera. Quemad la maldad” se oye decir entre la multitud. Lloro. Derramo lágrimas por lo perdido. Por la extinta paz, por la seca hermosura, por mi príncipe descomponiéndose en cenizas en un campo de batalla olvidado.

El fuego comienza a subir por el madero al cual estoy atada. El dolor es insoportable. Mi piel comienza a desprenderse y mis gritos se ahogan a medida que el fuego aumenta. Entre las llamas veo a mis verdugos, y los maldigo.
¡NO! ¡NOOOOOOOO!!!!! ¡Malditos vosotros y vuestra simiente! ¡Malditos vuestros hijos y vuestras tierras!

- Cuando diga diez va a despertar lentamente. Uno… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho… nueve… … diez. Despierte. Está todo bien. Descanse en el diván y despéjese el rostro -dijo el flemático hombre al tiempo que le entregaba un pañuelo desechable a la mujer para que se sonara los mocos.
- Gracias doctor, ya me siento más tranquila- dijo la regordeta mujer mientras se incorporaba en la camilla y se secaba las lágrimas de su moreno rostro.

¿Por qué mierda nadie tiene una vida pasada normal? Todos fueron guerreros o reyes, todas hermosas princesas. ¿Acaso no existían peones, caballerizos, pordioseros, leprosos, maricones o aldeanas demacradas? Princesa se cree esta vieja fea.
Y así de clarita fue la reflexión del facultativo cuando la señora Rosa Jeria abandonó su consulta.
Ilustración: No sé, pero el tipo es seco

viernes, 20 de junio de 2008

WAR!!!!!!!!

- ¿Alguna vez corriste por salvar tu vida? ¿Alguna vez, maldito gusano, has derramado tu sangre por defender los intereses territoriales? ¿Has escuchado los gritos de tus camaradas mientras son amputados? ¿Escuchaste los llantos en las noches de los jóvenes patriotas que temían no ver nunca más a sus seres queridos?
- No.
- ¿Sentiste silbar las balas rozando tu casco? ¿Viste, en tu patética vida, a un hombre envuelto en llamas corriendo con la desesperación de extinguir el fuego que le arrebata la vida? Es terrible ver el espectáculo decadente de la metamorfosis del hombre con temple de hierro y una determinación filosa como daga convertido en un malvavisco derretido en lágrimas y angustia.
- Pero…
- No me interrumpas. ¿O acaso me vas a hablar de tu heroísmo y tus proezas de combate?
- No. Sólo quería decirte….
- ¿Qué?!! ¿Qué me vas a decir? De qué me puedes hablar tú. ¿De tus estudios en la universidad mientras otros sacrifican sus vidas para que puedas hacerlo tranquilo? Calla mejor, y deja que alguien te ayude a poner tus inocentes pies sobre la tierra.
- Está bien, no te enojes… sólo…
- Sólo nada… -interrumpió Omar- tú pareces no entender.
- A qué quieres llegar con esto –pregunté molesto.
- Sólo quiero que me respondas. ¿Alguna vez corriste en la vida? ¿Sentiste silbar las balas que pegan en tu casco? ¿Has visto a un hombre lleno de llamas tratando de sofocar el fuego? ¿Has sido testigo del último suspiro de un soldado? ¿Viste el alma de alguien abandonar... el... un... cuerpo? Responde maraco pusilánime de mierda. ¿Has sentido el dolor de la cuchilla que la entierra du.. eehh.. que se hunde como en un bistec? ¿Las palpitaciones de los cor.. burp… corazones de los miles de difu.. dif… difuntos.. titos… difuntitos? Y el olor a sangre… carnicería olor de miedo….. en la guerra… de… de… esa… esa poh… la guerra… ¡¿LA HAS SENTIDO, HUÓN!?
- NO, HUEÓN. NO. ¿Y TÚ?
- Eeeehhh… en realidad… yo tampoco…
Bueno, así es Omar y así funciona su mente con unas copas de más.

Escasa ilustración: lafaln

lunes, 16 de junio de 2008

El ario o jua jua o toing

Hay gente que se considera “chileno” pero evidentemente extraviado de la realidad. Estuve leyendo un blog de un supuesto “chileno”, en resumidas cuentas, más que chileno, parecía el triste remedo de un alemán de los años 40 (en cuanto a ideología, por supuesto). De verdad el tipo está extraviado y al parecer en su entorno familiar no hay nadie que le diga que vivimos en un pequeño país llamado Chile y que estamos en el año 2008.
El pensamiento sesgado de este personaje crea un mundo imaginario en el cual, cualquiera que no sea derechista-militarista-dictatorial sea de frentón comunista o marxista. De hecho, en una de sus entradas manifiesta que jamás ha leído a Marx, entonces la pregunta del millón es cómo puede discriminar qué es un marxista si no tiene culo idea qué escribió el tipo. Es como el pensamiento ignorante de que todos los papeles higiénicos son confor. Así de simplón e influenciable me pareció.
Un verdadero chileno defiende lo suyo con herramientas propias y no robadas de una ideología que se extinguió y cayó por su propio peso. Un chileno defiende a nuestro pueblo indígena. Nosotros somos por ellos y no por la situación político – económica que sufrió Alemania a principios y mediados del siglo pasado. La defensa de nuestros derechos y territorios es lo primordial, no la cultura aria que nunca nos ha pertenecido.
¿Es lógico que un supuesto “chileno nacionalista” ande gritando por las calles Heil Hitler? Me parece contradictorio y ridículo. Es tan idiota como los cabeza de pelota criollos que rezan Sos grande, barrilete... Maradó, Maradó... Así de imbécil es y no se da cuenta.
No sé si lamentable o afortunadamente, el tipo tiene su foto en su blog y les aseguro que –por sólo su apariencia- habría sido eliminado de la faz de la tierra por quienes estúpidamente admira. Más que ario, parece alacalufe, y –sin afán de ser irónico- eso es lo bonito.
Sé que vas a ver esta entrada y no espero que tu mente atrofiada por el militarismo entienda de qué hablo. De hecho lo comprendo, no se le pueden pedir peras al olmo. Lamento además que te haya tocado la mala fortuna de nacer en Chile a fines de los 60 y no en la Alemania de los 20. No voy a mencionar tu blog porque no quiero que mates de aburrimiento a otras personas como lo hiciste conmigo. Tampoco voy a aceptar tus posteos, no porque no tenga recursos para rebatirlos, sino que porque no quiero perder más tiempo ni tampoco que ensucies este espacio con tu basura. Hablaste de los robos de la concertación (y te encuentro toda la razón) pero tu visión limitada de las cosas no te deja ver que tu general Pinochet –me imagino que debes sentirte orgulloso de las muertes y la destrucción de familias que generó esa traición a la patria- también te robó a ti y a todos una fortuna que no pudo gastar.
Ahora me cuestiono si de verdad vale la pena esforzarse y gastar tiempo en una persona que, con una soberbia enorme, tiene dificultad para expresarse adecuadamente y no es capaz de hilar una idea coherente. Además que escriba impector, segurida, hicistes, entre otras barbaridades. PLOP!

jueves, 12 de junio de 2008

Otra vez Raúl... o el arrepentío

Raúl Poblete era un tipo apuesto, debo reconocerlo. Pelo ondulado color castaño con unos reflejos más claros en algunos sectores. Piel blanca y ojos de color verde oscuro que se escondían tras unas groseras gafas. Un hombre común, pero diferente al resto en sus rasgos. Podría pasar por un trasandino bueno para la pelota, tipo Barticcioto o Batistuta. Así de favorecido salió este tipo; lo único que denunciaba su chilenismo era su estatura bastante discreta, seamos honestos, no era tapón de artesa, pero con impotencia veía como la huincha de medir sólo marcaba hasta el metro 68. A parte de eso, el tipo era de normal para arriba. Pero no todo puede ser tan perfecto.
El hombre tenía un enorme problema que se manifestó cuando cumplió los diecinueve años. Su gran dilema era su afición a las mujeres de amor fácil y en especial las que son ideales para todos los bolsillos y presupuestos. Los años de universidad le otorgaron una elocuencia y dicción fuera de serie y, como es lógico, se aprovechó de esa nueva habilidad.
Fue así como en una noche de cervezas en el Club Valparaíso, Raúl hizo la respectiva presentación social de sus nuevos hábitos.
Salimos tan curados de ese extinto centro cultural, que apenas caminábamos en línea recta. Y en esa confusión fue que perdimos a este adalid de los hombres guapos. No debe haber ido lejos… no ha pasado tanto rato, pensamos, así que nos dirigimos a la Plaza Victoria a buscarlo. Después de 10 minutos y varios tropezones encontramos a nuestro camarada. Estaba sentado en un escaño dándonos la espalda mirando al cielo con brazos extendidos sobre el respaldo, en una actitud de jubilado que espera que lo venga a buscar el nazareno.
- Oye, hueón. ¿Qué estai haciendo acá? –le reclamamos y de pronto aparece de la profundidades una mujer que estaba agachada, de baja estatura y piernas macizas. Al vernos sale disparada y se pierde en la oscuridad. Lo asaltaron a este huéon, pensamos.
Corrimos preocupados para ver cómo estaba. Pero cuando estuvimos delante de él pudimos ver que su pantalón estaba desabrochado y a media raja y su pequeña herramienta asomaba tímida y lánguida. No era dinero ni joyas lo que le arrebataba esa mujer, sino la vida misma por medio de brutales succiones.
- ¿Qué onda compadre? ¿Quién era esa mina? –le preguntamos molestos por el susto que nos hizo pasar.
- Puta culiaos, espantaron a la mina, huón. Le pagué mil y medio y no terminó de hacer la pega, huón. Huones desubicados.
- No podí pagar mil quinientos por un mamón. Guárdate la diuca y súbete el pantalón –le dije más choreao que la chucha.
- Era rica, huón. ¿La vieron? Puta que la cagaron, son más saco e huea.
- Si, huón. Era super rica. Parecía murciélago como volaba la hueá.
- Ustedes son puros huones resentíos no má. –nos recriminaba mientras caminaba apoyado en nosotros.
Y así nos fuimos caminando hasta Errázuriz escuchando una infinidad de veces “puta que era rica, huón – Qué mujer – por la chucha que era rica huón oh – puta que la cagaron – Me enamoré huón, me enamoré”.
Al llegar al paradero vimos nuevamente a la mujer, pero esta vez no estaba agachada, sino que estaba parada. Lo peor es que estaba meando. Y lo más terrible era que su herramienta era más abultada que la de nuestro ilustre amigo. Por supuesto el no se dio cuenta y nosotros jamás se lo dijimos. Pero puta que nos cagamos de la risa cuando nos acordamos.

martes, 10 de junio de 2008

San Antonio, 1987


31 de enero de 1987, 11.15 horas

Raúl lloraba desconsolado, sólo quería morir. El arrepentimiento, el sentimiento de culpa, el dolor y la tristeza habían desgarrado su pequeño corazón. Se odió a sí mismo con mayor fuerza que todas las tempestades juntas. Gritaba, corría y se golpeaba con furia contra las paredes de su casa. Sus delgadas piernas casi no sostenían el peso de su pequeño cuerpo, pero aún así corría. Se sentía asqueado del mundo y de la vida. Su padre lo tomó con fuerza, lo abrazó y trató en vano de consolarlo. Te odio, le gritó el niño sin entender que su papá era sólo el mensajero. Por favor, dime que no es verdad, suplicaba sin hallar consuelo. Yo quería jugar con él, repetía una y otra vez. El hombre sólo miraba a ese niño y contuvo sus lágrimas. La escena era desgarradora.
Las calles estaban desoladas. El viento pasaba a ras de piso levantando el polvo y silbando entre los cables de los postes. A parte de eso, no se oían risas ni juegos. El viento nuevamente se arremolinaba haciendo girar en círculos algunas hojas que cayeron la noche anterior. Pasó un angelito, se le oyó decir a una vieja sabia.
Ese día Raúl dejó de ser niño y sólo tenía once años.

30 de enero de 1987, 10.25 horas

Raúl y sus amigos jugaban en las calles cercanas a sus viviendas. La familia de Rodrigo se subía a su auto y partían felices a un paseo familiar. Todos felices, menos él. La tristeza amarga del desprecio nuevamente le golpeaba el alma y esta vez la estocada se la asestaron sus mejores amigos.
Se podía ver en la parrilla del auto quitasoles, frazadas, mochilas y toallas. La mamá salía apresurada con un termo rojo y una bolsa llena de huevos cocidos, el papá limpiaba el parabrisas y tarareaba una canción de Sandro. El destino era un hermoso sector campestre muy cerca de San Antonio. El lugar es realmente bello, está adornado con una infinidad árboles custodiando un hermoso y apacible tranque.
La molestia de Raúl seguía en aumento a medida que transcurría el día. Por su culpa no me dejan prender el Atari, pensaba furioso. Este otro se va de paseo y yo castigado.
El día continuó normalmente y así llegó la noche y con ella el sueño cálido y hermoso de los niños. Esa sería la última noche hermosa para Raúl.

29 de enero de 1987, 16.37 horas

Los niños rodeaban con asombro esa maravilla que la tecnología podía entregarles en ese entonces. Ya no era necesario gastar los diez pesos en comprar una ficha para jugar videos. La navidad para Raúl y su hermano, había llegado con un computador Atari 800XL. Todos los amigos de Raúl estaban impacientes esperando que cargara el caset para poder dar rienda suelta a sus habilidades. Todos excepto Rodrigo. Un niño cuyas inseguridades le habían sido enquistadas de muy pequeño. A sus nueve años estaba ahí mirando cómo todos jugaban y esperaban su turno, pero nadie le ofrecía jugar porque su torpeza lo inhabilitaba ante sus pares. De verdad era torpe y descuidado. Sus huesudas piernas siempre estaban magulladas o exhibían costras. Los pantalones parchados en las rodillas eran prueba de sus constantes caídas. Y ahí estaba: esperando.
La verdad es que Raúl lo quería como un hermano y siempre abogaba para que Rodrigo jugara aunque fuera una vez.
Ese día sería diferente y la vida de Raúl iba a cambiar para siempre.
Aquel día Rodrigo pudo jugar más de lo habitual porque no asistieron muchos niños. El entusiasmo y la entretención hicieron que los pequeños se olvidaran de comer, hacer pichí, tomar agua o lo que fuera.
Llegando el ocaso, el niño inseguro debía llegar a su casa, esas eran las órdenes de sus padres. Cuando se dio cuenta que se le había pasado la hora corrió sorpresivamente llevándose en su loca carrera computador, cables y televisor. ¡Si sólo hubieran visto en su cara la aflicción y la sorpresa! Su rostro se puso rojo de vergüenza, preocupación y miedo. El pobre no atinaba a nada, sólo temblaba culposo.
Ver todos los artefactos en el suelo provocó la ira de Raúl que sin pensarlo golpeó, insultó, humilló y expulsó de su casa a esa joya de niño cuya única culpa era ser torpe y descuidado. Rodrigo dejó asomar una lágrima pero no le dio el placer de desbordar el llanto y corrió a refugiarse a su casa.
Ya por la noche, Raúl se juntó con todos los amigos que tenían en común y les dijo que no se juntaran ni le hablaran al torpe de Rodrigo y, como el insensible y enojado niño era el dueño del Atari, sus amigos obedecieron sin cuestionar. Esa noche Rodrigo no salió y se acostó en cuanto llegó. Al otro día debía levantarse muy temprano para ir de paseo con su familia.

31 de enero de 1987, 10.50 horas

- Hijito. Raúl, despierta -decía su padre moviéndolo suavemente para despertarlo.
- Mmmhh… ¿Quéeeee? .... no… tengo sueño -dijo el niño dormitando.
- Hijito… tengo que decirte algo muy importante.
- ¿Quéeeeeeeeee...? Preguntó Raúl semi conciente e irritado.
- Hijito… Rodrigo se ahogó en el tranque. Lo siento, hijo... tu amigo murió.

lunes, 2 de junio de 2008

Andrés, la daga y Andrea

Andrés sostenía una filosa daga en su mano derecha.
- No te muevas maldita perra- balbuceó y la baba caía de su boca.
- Por favor no me haga daño- suplicaba su víctima llorando.
- Todo saldrá bien mientras no te muevas ni grites. ¿Me entiendes? ¡Responde puta de mierda!
- No, no voy a gritar, por favor no me dañe.
- ¿Te gusta que te duela perra asquerosa? Maldita prostituta burguesa.
Andrea estaba sobre su cama, sus manos y sus pies estaban atados con sus medias a los maderos de la cama, estaba prácticamente inmóvil. Vestía una blusa celeste, que ya estaba desabotonada, sostenes y calzón. Andrés estaba sobre ella a horcajadas y le presionaba con fuerza el tórax.
- Escúchame muy bien, mugrienta golfa. Me lo vas a chupar y te vas a tragar toda mi leche. Si me muerdes, aunque sea un poco, te deformo la cara con mi cuchillo. Si me cercenas, te mutilo el maldito cuerpo ¿Me entiendes? Te corto las tetas y me hago un collar con ellas.
Andrea lloraba en silencio y aceptó. Andrés le desató la mano derecha para que cumpliera suavemente la orden que le había dado.
- Más rápido, puta. Más rápido –Extrañamente, cuando estuvo a punto de acabar sacó su pene de la boca de la mujer. La miró con odio y se llevó el dedo índice a los labios - Shhhhh… ningún ruido, maraca- Y volvió a atar su mano.
Puso la punta de la daga muy cerca del párpado izquierdo de Andrea. Comenzó a deslizar el afilado acero por la hermosa faz de la mujer cortando el hilillo de lágrima que brotaba de sus ojos. Pasó por la mejilla, lo introdujo con cautela en las fosas nasales y en la comisura de los labios. Andrés tampoco quería atrofiar esa obra de arte que era el rostro de Andrea. No todavía. Bajó por su cuello y ambos jadeaban, uno por placer, el otro por asco y temor.
Cuando hubo llegado a su pecho cortó sorpresivamente el sostén y un pequeño grito escapó de la muchacha. Andrés furioso la bofeteó y haló el pelo de su frente, con tal fuerza que casi le torció el cuello y nuevamente volvió a poner su dedo sobre sus labios en señal de silencio.
Apretó sus pechos y los lamió grotescamente mientras que con la otra manó cortó el delgado elástico del calzón. Dio un brusco tirón y llevó los calzones a su nariz para tomar todos los aromas íntimos de Andrea. Los arrugó en su mano y los restregó en la cara de la amedrentada.
- Ese es tu olor, perra. ¿Lo sabías? ¿O crees que hueles a rosas?- La respiración de Andrea se tornaba más evidente.
De a poco comenzó a bajar con su lengua desde el plexo solar, pasando por su abdomen, su ombligo y el bajo vientre. Ella lloraba y jadeaba. Con sus manos abrió la vagina de la mujer y con su lengua comenzó a describir círculos alrededor del clítoris. El pecho de Andrea subía y bajaba con fuerza. Tomó el miembro con sus manos y penetró con fuerza en la entrepierna.
- Estás mojada. ¿Te excita esto, perra? ¿Ah? ¡Respóndeme… maraca culiá!- Y así, a punta de insultos, danzaba el ritmo del coito.
Al cabo de un tiempo y groseros embistes, la dio vuelta con fuerza y el blanco trasero quedó a disposición de Andrés.
- ¿Alguna vez te han dado por detrás, puta conchetumadre? Te voy a dar como nunca. Y si te cagas en mí te mato. ¿Me escuchaste? ¡Te mato! -amenazó entredientes.
- No, no. Por favor. Lloriqueó Andrea.
Con su mano tapó la boca de la joven y la penetró con cuidado extremo. Andrea sacudió su cabeza con fuerza y gimió a través de los dedos de Andrés. Tras unos minutos el corpulento hombre acabó en el interior de la frágil mujer. Cortó las amarras con la daga y la arrojó lejos. Luego se recostó a su lado dándole la espalda con desprecio.

“Esta es la última vez que satisfago sus repulsivas fantasías. Mañana recojo mis pilchas y me largo de acá” pensó el asqueado joven. Ya pronto se iban a cumplir tres años de esa insana relación.
Andrea sonrió lascivamente, besó la sudada espalda de su amante. Te amo- dijo ella. Andrés guardó silencio y se entregó al sueño y sus pesadillas.