Raúl Poblete era un tipo apuesto, debo reconocerlo. Pelo ondulado color castaño con unos reflejos más claros en algunos sectores. Piel blanca y ojos de color verde oscuro que se escondían tras unas groseras gafas. Un hombre común, pero diferente al resto en sus rasgos. Podría pasar por un trasandino bueno para la pelota, tipo Barticcioto o Batistuta. Así de favorecido salió este tipo; lo único que denunciaba su chilenismo era su estatura bastante discreta, seamos honestos, no era tapón de artesa, pero con impotencia veía como la huincha de medir sólo marcaba hasta el metro 68. A parte de eso, el tipo era de normal para arriba. Pero no todo puede ser tan perfecto.
El hombre tenía un enorme problema que se manifestó cuando cumplió los diecinueve años. Su gran dilema era su afición a las mujeres de amor fácil y en especial las que son ideales para todos los bolsillos y presupuestos. Los años de universidad le otorgaron una elocuencia y dicción fuera de serie y, como es lógico, se aprovechó de esa nueva habilidad.
Fue así como en una noche de cervezas en el Club Valparaíso, Raúl hizo la respectiva presentación social de sus nuevos hábitos.
El hombre tenía un enorme problema que se manifestó cuando cumplió los diecinueve años. Su gran dilema era su afición a las mujeres de amor fácil y en especial las que son ideales para todos los bolsillos y presupuestos. Los años de universidad le otorgaron una elocuencia y dicción fuera de serie y, como es lógico, se aprovechó de esa nueva habilidad.
Fue así como en una noche de cervezas en el Club Valparaíso, Raúl hizo la respectiva presentación social de sus nuevos hábitos.
Salimos tan curados de ese extinto centro cultural, que apenas caminábamos en línea recta. Y en esa confusión fue que perdimos a este adalid de los hombres guapos. No debe haber ido lejos… no ha pasado tanto rato, pensamos, así que nos dirigimos a la Plaza Victoria a buscarlo. Después de 10 minutos y varios tropezones encontramos a nuestro camarada. Estaba sentado en un escaño dándonos la espalda mirando al cielo con brazos extendidos sobre el respaldo, en una actitud de jubilado que espera que lo venga a buscar el nazareno.
- Oye, hueón. ¿Qué estai haciendo acá? –le reclamamos y de pronto aparece de la profundidades una mujer que estaba agachada, de baja estatura y piernas macizas. Al vernos sale disparada y se pierde en la oscuridad. Lo asaltaron a este huéon, pensamos.
Corrimos preocupados para ver cómo estaba. Pero cuando estuvimos delante de él pudimos ver que su pantalón estaba desabrochado y a media raja y su pequeña herramienta asomaba tímida y lánguida. No era dinero ni joyas lo que le arrebataba esa mujer, sino la vida misma por medio de brutales succiones.
- ¿Qué onda compadre? ¿Quién era esa mina? –le preguntamos molestos por el susto que nos hizo pasar.
- Puta culiaos, espantaron a la mina, huón. Le pagué mil y medio y no terminó de hacer la pega, huón. Huones desubicados.
- No podí pagar mil quinientos por un mamón. Guárdate la diuca y súbete el pantalón –le dije más choreao que la chucha.
- Era rica, huón. ¿La vieron? Puta que la cagaron, son más saco e huea.
- Si, huón. Era super rica. Parecía murciélago como volaba la hueá.
- Ustedes son puros huones resentíos no má. –nos recriminaba mientras caminaba apoyado en nosotros.
Y así nos fuimos caminando hasta Errázuriz escuchando una infinidad de veces “puta que era rica, huón – Qué mujer – por la chucha que era rica huón oh – puta que la cagaron – Me enamoré huón, me enamoré”.
Al llegar al paradero vimos nuevamente a la mujer, pero esta vez no estaba agachada, sino que estaba parada. Lo peor es que estaba meando. Y lo más terrible era que su herramienta era más abultada que la de nuestro ilustre amigo. Por supuesto el no se dio cuenta y nosotros jamás se lo dijimos. Pero puta que nos cagamos de la risa cuando nos acordamos.
- Oye, hueón. ¿Qué estai haciendo acá? –le reclamamos y de pronto aparece de la profundidades una mujer que estaba agachada, de baja estatura y piernas macizas. Al vernos sale disparada y se pierde en la oscuridad. Lo asaltaron a este huéon, pensamos.
Corrimos preocupados para ver cómo estaba. Pero cuando estuvimos delante de él pudimos ver que su pantalón estaba desabrochado y a media raja y su pequeña herramienta asomaba tímida y lánguida. No era dinero ni joyas lo que le arrebataba esa mujer, sino la vida misma por medio de brutales succiones.
- ¿Qué onda compadre? ¿Quién era esa mina? –le preguntamos molestos por el susto que nos hizo pasar.
- Puta culiaos, espantaron a la mina, huón. Le pagué mil y medio y no terminó de hacer la pega, huón. Huones desubicados.
- No podí pagar mil quinientos por un mamón. Guárdate la diuca y súbete el pantalón –le dije más choreao que la chucha.
- Era rica, huón. ¿La vieron? Puta que la cagaron, son más saco e huea.
- Si, huón. Era super rica. Parecía murciélago como volaba la hueá.
- Ustedes son puros huones resentíos no má. –nos recriminaba mientras caminaba apoyado en nosotros.
Y así nos fuimos caminando hasta Errázuriz escuchando una infinidad de veces “puta que era rica, huón – Qué mujer – por la chucha que era rica huón oh – puta que la cagaron – Me enamoré huón, me enamoré”.
Al llegar al paradero vimos nuevamente a la mujer, pero esta vez no estaba agachada, sino que estaba parada. Lo peor es que estaba meando. Y lo más terrible era que su herramienta era más abultada que la de nuestro ilustre amigo. Por supuesto el no se dio cuenta y nosotros jamás se lo dijimos. Pero puta que nos cagamos de la risa cuando nos acordamos.
3 comentarios:
Estaba curao!!!!! Y curao no vale!!!!!
Puta que te dolio lo que escribi weon. Bueno y como diria mi ilustre abuelo... dejalo, no te enfades, es simplemente un comunista...
Igual el mamon estaba rico!!!!
wajajajaja
jajajajajaja..... la mea historia!! jajajaja...... me mató el poire raúl.... pobre comparito, le pasó la típica del "wuón vivo", que cree que se las sabe todas y de repente le aparece un mina con lomo de toro y ahí queda... con todos sus partners cagaos de la risa....... hay que ser más cautos, más cautos
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