jueves, 11 de octubre de 2007

El poder de las Jaws


Enero de 2005. Por motivos de la concreción, estudio y desarrollo de un nuevo programa de diseño, tuve que abandonar temporalmente mi puesto de trabajo. Me puse mi vestimenta de alegría, agarré mi mochila con esperanzas y tomé un colectivo hacia el terminal de Barrancas. Pasaje ida y vuelta a Valparaíso. Ya pasando Lagunillas me quedé dormido y comencé un sueño de un aire más cálido y parrandas de cervezas con un mejor sabor.
Tres meses de instrucción, arduo trabajo, cervezas, vino y ron. Muchas horas en vigilia, pocas horas de sueño. Da lo mismo. Cuando muera voy a descansar suficiente.
Bueno, el tema de fondo no es mi experiencia en Valpo. El tema es lo que ocurrió en San Antonio mientras, en el otro puerto, mis ojos flotaban en alcohol.

En ese periodo mi teléfono sonó innumerables veces. Casi todas las veces eran problemas y más problemas. Que la Paty llegó tarde, que la Andrea no quiere la responsabilidad de asumir un rol, Carlos se la lleva chateando, que el diario, aquí, allá.
Yo en el (Val) paraíso y los habitantes del diario en el infierno.
Un día suena mi teléfono y escucho la voz inquieta de uno de mis secuaces: Problemas con la edición electrónica del diario (Internet). Nada nuevo. Pasaba casi todas las semanas y el 100% de las veces los de diseño, éramos culpados injustamente, cosa que me molesta mucho, porque en el fondo, es una actitud abiertamente maricona. Es reposar responsabilidades en alguien más débil. Es un hueón pelotudo al que se le cayó un jarrón de porcelana y culpa al niño chico de la casa. Nadie le va a dar crédito al pendejo. Capaz que el inocente infante termine castigado.

Mayday. Mayday.

- Puta John. Hubo un problema con Internet y pa variar este viejo culiao me está cargando a mí. Me retó el hueón, me retó como si fuera un cabro chico. No hay respeto- argumentó con rabia e impotencia.
Lo escuché, lo tranquilicé.
- Yo voy a hablar con él, quédate tranquilo- argumenté con voz de Armonyl.

El caso es que hablé con el viejo y este hecho lo olvidé por completo. Para mi fue sólo un problema más. Pero no fue así para Cristian.

Al cabo de algunos meses y con el récor de cañas y amanecidas, volví al inframundo. Al purgatorio. Comencé a enterarme de los sucesos, anécdotas, chismes, pelambres, contrapelambres, etc, etc, etc.
Cristian me contó de la forma en que había sido increpado por el director de este “respetable” medio. No dejó de llamarme la atención la particular y ridícula forma de hacerlo.

Esto que voy a hacer es lo más parecido a un evangelio: voy a relatar algo basándome sólo en los trascendidos, comentarios, bromas de mal gusto y relatos del afectado.

- Kistiaaaa- fue el grito que rebotó en todas las sucias paredes de este inmundo diario. Kistia es el sonido gutural emitido por un mongol alcohólico que pretender decir simplemente Cristian.
- ¿Si don Enrique?
- Oye, me está diciendo Valparaíso (habla de Valparaíso como si fuera una persona) que no están mandando todas las fotos para Internet.
- Eeehhhhmm. Creo haberlas enviado todas don Enrique.
- Pero en este informe –continuaba torpe e inútilmente moviendo el mouse- dice que te faltó la foto 100003451 a, 100003451 b, 100003451 c, la 100004581 y la 1000004578.
- Pero estoy seguro que las envié todas, si falta alguna es por que los periodistas no las marcaron como corresponde….
- Mira –interrumpió con prepotencia- no estés responsabilizando de tus errores a los periodistas, que ya bastante trabajo tienen.
- Eehhhmmm, pero estoy casi seguro. Las mandé todas.
- Dónde está John. Dónde está ese hueón.
- Está en Valparaíso don Enrique, por lo del nuevo programa. Ya hablé con él y se descubrió que el informe que le llegó a usted no era para este diario. Incluso, Andrés Gómez, el encargado de Internet me lo acaba de confirmar. El error fue que la persona que estuvo anoche despachando los informes se confundió y nos mandó el informe de un diario del sur. Nuestras fotos están completas.
- ¿Entonces para qué me mandan estas huevadas a mí, hueón? Mira yo no quiero problemas con Ignacio Torres ¡Así que habla con Gómez y dile que te metí pichula! ¡Dile que no se vuelva a equivocar por que por su culpa te metí pichula! Pero dile que te metí pichula, hueón!!! Insistió a viva voz. Todos escucharon, todos callaron, todos rieron cuando hubo pasado.

Después de ese episodio comencé a cuestionarme del cómo un “director” de diarios -un hombre que ha tenido esa responsabilidad por más de 20 años y en diferentes medios, alguien educado supuestamente, experimentado- puede tener esa clase de actitud para con un trabajador. Pasé mucho tiempo pensando en eso. Luego comencé a pensar que la oración: “Dile que te metí pichula” dicha por un periodista y más encima director debería tener otro formato. Más locuaz, llena de eufemismos, adornando el hecho mismo.

Con Cristian y mi amigo Edmundo Molina comenzamos una ardua tarea lingüística para abordar este desafío. Fue casi una semana que estuvimos lanzando y escribiendo alternativas. Nos cagamos de la risa con cada una de ellas.

Aquí las dejo.

MANDATO ORIGINAL:
¡DILE QUE TE METI PICHULA!

Exprésales que manifesté mi molestia por medio de embestidas púbicas contra tu hueso sacro.

Nárrales didácticamente del atentado que realicé en contra de tu persona por medio de la penetración rectal.

Fotocopie y pegue en el diario mural su certificado de desfloramiento.

Explícales que te sodomicé.

Cuéntales detalladamente de mi intromisión en tu esfínter.

Ponles al corriente que irrigué mi sexualidad con el único propósito de molestarte sexualmente.

Infórmales, que sin ningún tipo de lubricación ni preparativos, te penetré el recto.

Adviérteles de mi presencia en tu ano.

Instrúyeles de cómo modifiqué tu aparato digestivo.

Esparce el rumor de mi estrategia sexual en contra de tu incompetencia.

Comunícales verbalmente que violenté tu flora bacteriana normal.

Notifícales que me festiné en tu cloaca.

Diles que te llamé la atención.

Diles que te reté.

Diles que te hablé golpeado.

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