Ciclo
El sentimiento matutino,
El vacío convertido en ácidos
Que carcomen mis entrañas.
Hoy busco la vida y su significado en la soledad de mi alma. La tristeza injustificada me viste de negro manto. La sabiduría aún no llega, me esquiva. Ayer te vestí de hierbas, preguntaste por mi pena. Te respondí con una lágrima. Esa lágrima era por todas las veces que te miré y no me viste ni escuchaste. Era para que enjugaras tus dedos y pintaras tu cara de guerra para cuando vengan los tiempos difíciles. Era una salada gota de mi agobio que recorrió mi cara como un río que flora el desierto.
Quisiera que fuéramos uno sólo.
No para secarte, sino para nutrirnos.
Quisiera, sí… eso quisiera.
Hoy el abrigo está disperso. Se ha desplegado por todo mi cuerpo convirtiéndose en una fina mortaja que enfría mi sangre. La estanca, la pudre. Mis noches son invisibles y mis temores tangibles. Los respiro. Son demasiado densos para llevarlos a mis pulmones. Los veo, y su estela tan luminosa que quema mis ojos. Los toco y son tan gélidos que pegan mi piel a su superficie. ¿Y qué más puedo hacer aparte de abrazarlos?
Tu voz me habló en un recuerdo.
Me pidió un beso, pero no cualquier beso.
Me pidió un beso olvidado.
Hoy recordé ese beso y te lo di encuadrado en un dramático óleo de agonía. Te besé tras el cristal del cofre de mi muerte y ese reflejo frío de distancia infinita despierta mis sentidos y tal como se abren las flores con el nuevo sol de la mañana es mi despertar a la realidad. Ahí está tu calor, tu piel, tus labios mientras dos pequeñas mujeres orientales miran insistentemente algo que nunca descubriré. Casi siento lástima por ellas. Nunca dejan de mirar.
El viento es misterioso, nunca sabremos
De dónde viene, nunca sabremos,
Dónde va o dónde se detiene.
Hoy reflexiono sobre el tiempo, es implacable, no tiene piedad, no puedes negociar ni llegar a un acuerdo con él. Me doy cuenta que es tan abrumador como el frío viento en las tardes de septiembre. Pasa y deja huellas, llena tus ojos de arena, te revuelve el pelo y cala tus huesos. Y vuelvo a las mujeres orientales siempre detenidas mirando “algo”. Detrás de ellas el reloj confirma su inamovilidad, siempre marca la misma hora detenido como si hubiesen llegado a un acuerdo perpetuando su juventud. Me doy cuenta que cada segundo bien vivido se convierte en una eternidad y vuelvo a mi cama.
El sentimiento matutino,
El vacío convertido en ácidos
Que carcomen mis entrañas.
El invierno y tú
El tibio viento de invierno me azota tu recuerdo en la cara, tal como se bebe el vino, tal como calienta mi cuerpo en las frías noches sin tu abrigo. El olor del invierno es tu olor, perfume eterno de ciclos terrestres, tu blanca piel iluminada por el cielo gris, triste y lluvioso. Sólo Dios sabe el porqué.
Y es el recuerdo de tu pelo bailando graciosamente al compás del viento, es tu cara bañada en lágrimas del cielo. Zapatos y ropas mojados. La gente pasa por el vidrio ahumado que conjura tu presencia, apenas distintos, apenas existentes. Todos menguados y ahogados en la fuente de hermosura de tu sonrisa. Cómo quiero abrazarte y sentir tus cabellos en mi cara, respirarlos, vestirme de ellos.
Tu piel es suave ungüento para las cicatrices de la vida.
Eres mi recuerdo de invierno, por allá quedaron los fríos, las lluvias, los vientos. Sin ti, no son nada.
Tus labios
La mirada intensa petrificada en el vacío, las botellas de cerveza, los cigarros muertos, los que están muriendo y los que morirán. El ruido intenso del bar, las conversaciones, la mala compañía de los susurros entrecortados que provienen de muecas indescriptibles de abulia y desdén. Tus manos tomando las mías con un gesto ultra dimensional, por que tú eres día y yo soy noche. Tú en mi corazón por siempre.
Con cada segundo que pasa tus labios me hablan como cantos de sirena. Los oigo, los sigo, me embrujan.
La cerveza, los cigarros, tu mano, tu sonrisa, tu pensar. Tus labios. Tú.
La hoja
Corté la hoja de un árbol, sólo para recordar quien soy. Sólo para recordar como es la vida y sus posibilidades. La miré con detención, me evadí en pensamientos sin consecuencia, pensamientos egoístas que están lejos de encontrar la verdadera vida que reposa en mí.
Ella es la hoja por sí misma, sin caprichos ni deberes, sólo es la hoja y nada más; baila su danza de los vientos, baila en todas sus direcciones, no teme el compás ni la arremetida, tampoco se preocupa de su caída porque ahora es la hoja que viste al árbol en épocas fértiles. Mañana será cimiente de nuevas hojas que me recordarán nuevamente que la vida sólo es eso: El ir y venir de las energías.