Tengo rabia… estoy emputecido. Pero no lo disfruto… Raro… bien raro. Parece que mientras más años tengo, el animalucho que llevo dentro se torna más calmo. Esa fiera que atacaba hasta la muerte a su oponente y luego se alimenta de su cadáver está dormida o recién despertando, serena. Raro… Mis extremidades se doblan de debilidad al pensarlo.
No es que antes haya sido un brutal asesino. No, para nada, creo que era más bien un suicida amante de la auto-destrucción, pero ahora no lo soy. ¿Habré madurado? ¿Es posible madurar? ¿O es sólo la excusa pusilánime que nos damos para justificar nuestra conducta mediocre carente de pasión?
No soy yo y a la vez si lo soy. Sólo que el animal está amarrado del cuello con una cadena muy corta. Y para colmo con un bozal. No puedo gruñir, aullar, ladrar… ni siquiera maullar. Mal. Pero soy yo. Yo.
Mis puños bajaron la guardia, mis pies no se despegan del piso para dañar o defenderse. Sólo para dar pasitos hasta llegar al auto, que me lleva al trabajo, salir a fumar miles de veces en un día, caminar nuevamente al auto para dejar mi ablandado cuerpo nuevamente en mi casa y tomarme un puto descanso. ¡Cómo si necesitara descansar! ¡Si no estoy cansado, por la puta madre! Sólo estoy siendo mamón. Llorón pensante. Artesano de las debilidades. Amante del odio a los eufemismos románticos y literarios aunque los utilice como modo de parecer inteligente. ¿Pero quién es inteligente al usar palabras y frases que disfrazan realidades convirtiéndolas en situaciones llevaderas y escasas de conflicto? No lo sé, pero tengo rabia. Contenida como nunca dentro de mis venas, recorriendo mi cuerpo sin poder salir de él. De verdad quisiera cortar mi piel y sangrar para liberar presión. Sangre convertida en vapor, un vapor rojo que pinte las paredes como un asqueroso graffiti de gañán en una esquina marginal. Pintura sin forma, sólo por rayar o manchar de ardor las paredes de mis necesidades y realidades que sofocan mi salida hacia una vida alterna, no sé si más furiosa, no sé si más pacífica. No sé si más vida o más muerte o más conciencia o menos inconciencia. No sé cómo le llamas tú a eso, ni sé como yo le llamo.
No lo sé… son vagos pensamientos de una mente vaga y floja, lánguida de tantos coitos, abusos y violaciones mentales. Sabremos, sí, sabremos cuando la muerte nos visite. Cuando la muerte nos abrigue con su frío y rígido abrazo. Entonces lameré los huesos de sus costillas y le diré: “Maldita muerte, ¿Por qué no me visitaste antes? ¿Por qué me dejaste esperando tantos años para oler tu putrefacto aroma?
Lloraré sobre ella, pero no por tristeza, sino por felicidad, por el despertar de este sueño que ha durado más de cuatro décadas. La abrazaré, la besaré, meteré mis manos entre sus piernas, me desnudaré y la penetraré. Al fin y al cabo ella es la mujer que más he deseado.
No es que antes haya sido un brutal asesino. No, para nada, creo que era más bien un suicida amante de la auto-destrucción, pero ahora no lo soy. ¿Habré madurado? ¿Es posible madurar? ¿O es sólo la excusa pusilánime que nos damos para justificar nuestra conducta mediocre carente de pasión?
No soy yo y a la vez si lo soy. Sólo que el animal está amarrado del cuello con una cadena muy corta. Y para colmo con un bozal. No puedo gruñir, aullar, ladrar… ni siquiera maullar. Mal. Pero soy yo. Yo.
Mis puños bajaron la guardia, mis pies no se despegan del piso para dañar o defenderse. Sólo para dar pasitos hasta llegar al auto, que me lleva al trabajo, salir a fumar miles de veces en un día, caminar nuevamente al auto para dejar mi ablandado cuerpo nuevamente en mi casa y tomarme un puto descanso. ¡Cómo si necesitara descansar! ¡Si no estoy cansado, por la puta madre! Sólo estoy siendo mamón. Llorón pensante. Artesano de las debilidades. Amante del odio a los eufemismos románticos y literarios aunque los utilice como modo de parecer inteligente. ¿Pero quién es inteligente al usar palabras y frases que disfrazan realidades convirtiéndolas en situaciones llevaderas y escasas de conflicto? No lo sé, pero tengo rabia. Contenida como nunca dentro de mis venas, recorriendo mi cuerpo sin poder salir de él. De verdad quisiera cortar mi piel y sangrar para liberar presión. Sangre convertida en vapor, un vapor rojo que pinte las paredes como un asqueroso graffiti de gañán en una esquina marginal. Pintura sin forma, sólo por rayar o manchar de ardor las paredes de mis necesidades y realidades que sofocan mi salida hacia una vida alterna, no sé si más furiosa, no sé si más pacífica. No sé si más vida o más muerte o más conciencia o menos inconciencia. No sé cómo le llamas tú a eso, ni sé como yo le llamo.
No lo sé… son vagos pensamientos de una mente vaga y floja, lánguida de tantos coitos, abusos y violaciones mentales. Sabremos, sí, sabremos cuando la muerte nos visite. Cuando la muerte nos abrigue con su frío y rígido abrazo. Entonces lameré los huesos de sus costillas y le diré: “Maldita muerte, ¿Por qué no me visitaste antes? ¿Por qué me dejaste esperando tantos años para oler tu putrefacto aroma?
Lloraré sobre ella, pero no por tristeza, sino por felicidad, por el despertar de este sueño que ha durado más de cuatro décadas. La abrazaré, la besaré, meteré mis manos entre sus piernas, me desnudaré y la penetraré. Al fin y al cabo ella es la mujer que más he deseado.